“L’alliance de la ville et du concept jamais ne les identifie mais elle joue de leur progressive symbiose: planifier la ville, c’est à la fois penser la pluralité même du réel et donner effectivité à cette pensée du pluriel; c’est savoir et pouvoir articuler. “ - Michel de Certeau Hoy, en un planeta cada vez más urbanizado, la busca por “un mundo mejor” tiene que ver directamente con ciudades mejores para vivir en ellas. Pensar y proyectar agrupamientos de usos mixtos exige buscar la convivencia armoniosa de residencia, trabajo, servicios, equipamientos culturales y espacios colectivos, conectados por transporte público de calidad. La elaboración de proyectos de articulación socio-espacial de calidad implica articular los factores físicos (infraestructurales – urbanísticos – ambientales), sociales (económicos – culturales – existenciales) y ecológicos (ecología mental – descontaminación de las categorías de análisis; ecología social – revisión del “socius”, esto es, del conjunto de las relaciones sociales existentes en el territorio objeto de la intervención proyectual, y ecología del medio ambiente – reconfiguración de las relaciones establecidas entre la naturaleza y la sociedad). Incluyendo simultáneamente la cuestión de la seguridad del ciudadano (directamente relacionada con la concepción del espacio público) en su intersección con las cuestiones del sujeto contemporáneo, esto es, las mudanzas ocurridas en el ámbito de las relaciones sociales y del trabajo, que tienen consecuencias directas en la modificación de las condiciones de uso de los espacios y en la movilidad urbana. El abordaje proyectual debe buscar el reequilibrio, en el territorio, de las relaciones entre ciudad, urbanidad y los espacios de uso colectivo, procurando la convivencia de las diferencias. La concepción de los proyectos urbanísticos deberá favorecer la producción de la ciudad densa, compacta, conectiva y verde, basada en el transporte público de cualidad, en el estímulo al uso de la bicicleta como medio de locomoción (ofreciendo las condiciones necesarias), en la minimización de los dislocamientos y en el combate à la dispersión (sprawl) enfrentando la dictadura del automóvil sobre el conjunto de las políticas urbanas. Promoviendo la creación de bulevares metropolitanos agradables a los pedestres, densamente arborizados, ladeados de edificaciones de usos mixtos, donde VLTs y bicicletas puedan coexistir con los automóviles adecuadamente. Lo que está en juego en este momento histórico es la implementación de acciones ambiciosas capaces de renovar la visión de las cuestiones, mediante la configuración de los ambientes favorables a la vida en sociedad, en la escala humana, con cualidad estética, en espacios que ofrezcan condiciones positivas para la interacción social. La escala territorial de los problemas que deben ser abordados en los días de hoy en relación con las cuestiones sociales y de reordenación del espacio urbano, demandan la puesta en movimiento de una “inteligencia social” que está relacionada con la creación de clusters de innovación y de producción, basados en la movilización productiva del territorio. En este sentido, el papel del poder público como facilitador de las condiciones para el acogimiento de la experimentación, tiene que estar “a flor de piel” explorando los dramáticos eventos sociales y económicos, audazmente. En un contexto de desorden, disociación, falta de responsabilidad y falta de calidad del entorno construido, existe la demanda real para reinventar el colectivo con calidad, mediante nuevas alianzas entre estética, alquimia programática y orientación social de las acciones. Pautas para el buen diseño de nuestras ciudades: Los aspectos fundamentales que deben ser contemplados en las decisiones que afectan la ocupación del territorio, y por consecuencia, la vida del ciudadano, van de lo general a lo particular e incluyen: La reducción de las emisiones de CO² (y las ciudades tienen una gran responsabilidad en el tema); Promover la revegetalización de las ciudades a todas las escalas; entendiendo la “cuestión verde” como la utilización progresiva de energías renovables, la salvaguarda de la biodiversidad, la abertura para la eco sustentabilidad de las iniciativas, y más simplemente, la busca de algo de felicidad en una ciudad que estimule la vida en sociedad; buscando el equilibrio masa verde-masa construida de que hablaba Lúcio Costa, pues la masa vegetal urbana reduce la polución atmosférica y la temperatura de 3 a 5º; Tener en cuenta que los problemas sociales, urbanos y ecológicos ya son inseparables y deben ser tratados de manera interrelacionada; Rever el slogan modernista de “menos es más” para “menor, pero mejor”, lo que coloca la cuestión de la busca de la calidad como indisociable de la cantidad: máxima expresión, con el mínimo de elementos y el máximo de sensibilidad; Contribuir para elaborar y poner en práctica una filosofía de gobernanza que defina en primer término la escala adecuada de abordaje, que deberá ser siempre territorial, humana e interinstitucional, lo que implica el rediseño del marco institucional y la implementación de mecanismos que faciliten poner en práctica los programas; Incorporar esencialmente el ámbito de las favelas, lo que determina que a partir de ahora la cuestión del eco hábitat deberá considerar simultáneamente la interrelación de la ciudad, la urbanidad, el espacio público y la vivienda, como cuestiones inseparables de la configuración de ciudades y barrios deseables para vivir, non solo como una cuestión de cantidad; Es necesario combatir la ciudad banal mediante estrategias de articulación que reconecten y recalifiquen el tejido ordinario de aglomeraciones fragmentadas; Repensar las políticas públicas habitacionales cuanto al reordenamiento territorial y de adecuación del espacio urbano, a través de inversiones orientadas a la “producción de ciudad”, con calidad urbanística, arquitectónica y ambiental, en áreas bien localizadas y con servicios de calidad; Estimular por todos los medios la reorientación de los comportamientos individuales y colectivos, a través de la inducción de otra relación sociedad-naturaleza, donde lo global penetra lo local y este se constituye en la base territorial para responder a las mayores urgencias; Reorientar la enseñanza de la arquitectura y del urbanismo, deberá no solo tener un carácter dominantemente ecológico como articulador de las cuatro escalas de lo urbano: la pequeña (balanceo de los espacios de proximidad, organizados alrededor de “pequeños colectivos”), la media (re conceptualizando a la escala de la manzana ahora abierta y multifuncional, con una variedad volumétrica capaz de garantir diversidad y combatir la monotonía y uniformización de las “soluciones”), la grande (donde la secuencia de manzanas configure barrios ecológicos con carácter propio) y la escala territorial, que implica repensar la conectividad general de la estructura urbana, considerando simultáneamente las interrelaciones de las cuatro escalas; Arquitectura, urbanismo, paisaje, mobiliario urbano y comunicación visual deben ser concebidos de manera integrada; Promover y materializar clusters de investigación y producción tanto en las partes formales como en las informales de la ciudad, capaces de actuar como conectores y contribuir para la terapéutica política mediante un “crecimiento limpio”, esto es, que articule consistentemente las consideraciones ecológicas al dominio del hábitat, los factores naturales y las sociedades humanas; Estimular el diseño multidimensional identificando lo que es susceptible de mudanzas, a través de proyectos que “comuniquen”. El diseño deberá ser entendido como parte de un proceso complejo donde intervienen diversas disciplinas, envolviendo una ética que excede el exclusivamente lo técnico-funcional; Favorecer la cooperación para la innovación y la investigación de nuevas formas de actuación considerando los costos ambientales del “crecimiento económico”, y la promoción de una solidaridad de escala territorial; ecosistemas no tienen fronteras, ni nacionales, ni municipales; Apoyo a la implementación de proyectos de carácter ejemplar, capaces de indicar nuevos rumos en la manera de focalizar las cuestiones socio-espaciales en el territorio, visando la calidad de las intervenciones. El “arquitectourbanista” debe, en ese marco, interconectar las diferentes variables garantiendo la calidad estética y la pertinencia de las propuestas, contribuyendo, para la construcción de lazo social mediante proyectos que promuevan la transformación cualitativa de la ciudad. Cuanto a las edificaciones Todo edificio tiene una dimensión pública y otra privada. Es función del arquitecto responder no solo a las demandas del cliente, público o privado, sino también a la configuración de un espacio público que no sea meramente el resultado de las acciones privadas. La disposición de las edificaciones en el terreno deben des-cobrir o “genius loci ecológico” de cada ciudad, de cada sector urbano y de cada barrio; La “fachada urbana” debe contribuir para “construir ciudad” buscando en el contexto el pre-texto proyectual; Configurar las edificaciones en respuesta a las condiciones climáticas del lugar, utilizando dispositivos recuperados de la tradición constructiva local; Reducir la necesidad de equipamientos que consuman energía; Utilizar materiales encontrables en la región del área de intervención (reducción del transporte); Producir confort climático con la propia configuración formal de las edificaciones y la regulación de la relación llenos-vacíos; Captar energía solar, agua de lluvia y utilizar vegetación para sombreamiento y obtención de una relación vegetal-mineral adecuada; Utilizar materiales que consuman poca energía para su producción; Modelar las funciones que deben ser alojadas buscando la expresión sintáctica de la composición, “comunicando“ la responsabilidad urbana y ambiental. Jorge Mario Jáuregui |