Ética Estética Política

La Ciudad Escrita

Como sabemos, el procesamiento de las demandas individuales o colectivas implica una tarea ética y estética, con consecuencias tanto en el ámbito físico como en el inmaterial.
Sigmund Freud encuentra en las estratificaciones de Roma un trabajo semejante al del inconsciente donde elementos arquitectónicos de diferentes épocas y significaciones históricas conviven lado a lado en torbellino, sin importar la coherencia, provocando nuevas relaciones de sentido. Así, la "Ciudad eterna" metaforiza lo que hay de indestructible en el deseo del hombre que habita en el inconsciente. Las ciudades pueden ser vistas, entonces, como redes de escritura sustentadas en el puro rasgo presente en los proyectos y trazados, murallas y monumentos, y también en los escritos, en las leyendas y grafitis. A modo de palimpsesto se entrecruzan camadas de escritura y series de letras que permanecen largo tiempo "olvidadas" a la espera del lector, en latencia. Y, de la lectura, surge la dimensión de la interpretación de rasgos, superposiciones y pliegues, en tanto tarea específica relativa al "resto" constituido por la acumulación urbana, a ser considerada como herencia de fragmentos de varias urbanidades superpuestas. 

Jorge Luis Borges recurre a una metáfora para hablar de la fundación mítica de su ciudad. Escribe, en Palermo de Buenos Aires: "Afortunadamente, el copioso estilo de la realidad no es el único: hay el del recuerdo también, cuya esencia no es la ramificación de los hechos, sino la perduración de rasgos aislados", y más adelante, "recuperar esa casi inmóvil prehistoria sería tejer insensatamente una crónica de infinitesimales procesos".
Tensionada entre pasado, presente y futuro, la ciudad promueve cultura y es efecto de la cultura, a través de un tejido permanente que construye y desconstruye dejando sus rastros.

El que habita la ciudad se acostumbra a los signos a través de los cuales circula y deambula. Por eso a veces es necesaria una mirada de afuera, una mirada "extranjera", que se encuentre con lo extraño de la diferencia y haga aparecer aquello que siempre estuvo a nuestro alrededor. La mirada que des-cubre a cada instante la ciudad, la funda una vez más. El habitante no es un contemplador del constante devenir de la ciudad, habitarla implica en ser llamado a descifrar, aprender a leer, a interpretar, ser convocado a colocar la parte de su deseo.

La ética deja de lado los grandes valores e ideales para referirse a la responsabilidad de nuestros actos. Desde Aristóteles, la acción del hombre se guía por principios éticos. Al sujeto retorna la pregunta: ¿su acción obedece a la cuestión de su deseo? Frente a esa pregunta, el acto proyectual debe constituir la respuesta, subrayando que no se trata de subjetividad, sino de una estructura deseante rigurosamente articulada al deseo del Otro. Si bien lo personal y lo subjetivo participan, no son determinantes en la respuesta del deseo, sino el deber de producir un acto transformador que hable de las razones que lo causaron. Esto no excluye que se considere la paradoja de un punto de enigma y de no saber en cada acto, que no exime al sujeto de su responsabilidad. Aunque una parte de las decisiones sean tomadas de modo inconsciente, en el sentido freudiano del término, en este lugar emerge el deseo, siendo el sujeto llevado a responder implicado en el acto. Las decisiones pertenecen a esa red de escrituras que están sobredeterminadas como en un palimpsesto, el inconsciente en el sentido freudiano, que lleva al sujeto a responder implicado em su acto. Así, su respuesta es aquella que no cede del deseo en pro de demandas individuales o colectivas, privadas o públicas y realiza lo que debe ser hecho, incluido, según Alain Badiou, en una trayectoria.

La estética fué en el siglo XX profundamente afectada. Considerada tradicionalmente como dominio de lo bello, tanto en la filosofía cuanto en el arte, la estética se sustentaba en la búsqueda de la imagen armoniosa en que el hombre proyectaba su propio ideal. 
De distintas maneras el sujeto fue afectado en su supuesta integridad a lo largo del siglo pasado, debiendo reconocer su radical división, al no encontrarse en ninguno de los enunciados, lo que lanza la pregunta sobre su enunciación. Si la estética trascendental se apoyaba en la proyección de un cuerpo unificado, hoy somos afectados por la inmanencia de los cuerpos como superficies donde se registran las pulsaciones, siempre parciales y fragmentarias, del deseo.
Así, si por estética entendemos el modo en que sentimos y somos afectados, hoy el acto proyectual no tiene como no contemplar el grito que resuena de la torsión y de la contorsión, de las fallas y de los residuos humanos. Es un desafío para que la estética desestabilice los hábitos y el sentido, que es siempre común. La dimensión estética implica la consistencia, es decir, lo que "existe con", lo que se mantiene junto. La pulsación del cuerpo incide en el acto proyectual desde la formulación de ideas y croquis iniciales - como interacción entre la interpretación de la estructura del lugar y el procesamiento de la escucha de las demandas - hasta la transición en configuraciones volumétrico-espaciales, con el tratamiento de la relación interior-exterior y público-privado. Inventar una nueva corporeidad intensamente consistente que traduzca nuestra Zeitgeist, es el desafío.

La política se relaciona con algunas dimensiones referidas a la materialidad del objeto - el urbanismo, relacionado al estatuto del "cuerpo" arquitectónico - y sus articulaciones, de un lado con el socius y del otro, con los aspectos autobiográficos y más secretos del acto proyectual.
En la dimensión política del acto, debemos destacar la necesidad de mantener una crítica sobre las condiciones y los imperativos de nuestra época. ¿Con qué operamos en el arte de conducir nuestra acción para alcanzar los fines? Justamente con un punto de falta que nos permita interpelar las demandas y las exigencias de los discursos contemporáneos. A partir de este punto, la cuestión es cómo se configura el vacío según el tratamiento de los bordes. Se requiere una topología que considere la superficie de tipo plano proyectivo, cuya realización en el espacio de tres dimensiones es la banda de Moebius, donde en cada punto coinciden derecho y revés. Esta superficie de único borde no delimita dentro y fuera, como lo muestra la hormiga de Escher que no para de recorrerla. Lo que la topología nos lleva a pensar en relación al espacio es la necesidad de producir ciertos puntos sobre el borde como enlaces que permitan la construcción de figuras complejas, donde la oposición dentro-fuera, figura-fondo, sea sustituida por una condición de simultaneidad intensa.

En el mundo actual existen elementos esenciales referidos a la velocidad de la información y del transporte. Hoy la ciudad comporta varias velocidades simultáneas y su experimentación demanda otros instrumentos de composición con los nuevos flujos y conexiones.
Estamos frente a otra naturaleza del tiempo y del espacio, y nuestra percepción también está hecha de velocidad. Sonido, luz, sucesión de imágenes y mensajes producen una intuición que funciona como "principio de velocidad". De este modo, las ciudades, nuestras metrópolis contemporáneas, las megaciudades, operan como poderosas máquinas de producción de subjetividad. Sin embargo, no hay lugar para una posición de deslumbramiento, pues lo real resiste a los recubrimientos y cuando no es considerado, reaparece en las formas más violentas de segregación y aniquilamiento. Aquí lo real debe ser tomado como corte a esa proliferación desenfrenada de signos, como pulsación que determina una memoria, una escritura.
De esta forma, la ciudad escrita es aquella que registra las marcas de lo real produciendo la diferencia, es decir, un lugar donde no se puede ceder, un lugar de compromiso y responsabilidad, un lugar en que comprometerse es hacer "parte de".
Hoy, en un mundo donde la pasión por lo real, que fué la pasión del siglo XX, terminó, como dice Badiou, la cuestión es saber si podemos modificar ese mundo mediante el pensamiento y la acción de  tornar sus fisuras visibles, afirmando que podemos reinventarlo y donde, en ese sentido, el urbanismo y la arquitectura tienen una tarea a cumplir que es tornar lo imposible, posible, justamente a través del pensamiento y de la acción proyectual.

Jorge Mario Jauregui


Núcleo Habitacional de la Rocinha