Favelas
Los límites de la ciudad

 

 
 


Vista de Rio desde la favela de la Rocinha

Hablar de límites, como cualquier etiqueta categórica, puede carecer de sentido, pués implica reconsiderar lo determinantes que pueden ser las definiciones y lo “definitivas” que puedan resultar las determinaciones. Lo que de cualquier manera implica poner en juego la interioridad de una disciplina (o de varias, en el caso de la cuestión urbana contemporánea).
Límite es una línea, real o imaginaria, que sirve de separación entre territorios contiguos. En análisis matemático, envuelve todos los puntos contenidos en la proximidad de una determinada dimensión.
En otro sentido es el extremo que pueden alcanzar lo físico y lo anímico.
Referido a lo urbano contemporáneo, se trata de situaciones donde se difuminan las diferencias, sea por contagio, por contaminación o por influencias recíprocas que acaban generando un paisaje híbrido.

Esos límites y fronteras pueden ser definidos por razones político-administrativas (juridiccionales), por razones de poder (militar, narcotráfico, etc), en relación con las centralidades existentes (centros de referencia) o con las características socio-económicas, medio-ambientales, topográficas, productivas, de transporte y circulación, o también con accidentes naturales (borde de ríos, mar, montañas, etc).
La arquitectura y el urbanismo forman históricamente parte de las técnicas de separación donde el trazado de un límite actúa sobre el espacio, produciendo efectos de interioridad / exterioridad.

El concepto de límite dentro de una disciplina implica considerar tanto lo que hay “en el interior” como lo que se deja fuera. En el trabajo inter y trans-disciplinario, la superposición de los límites definidos por cada disciplina determina el “campo” de actuación, el área de estudio donde se producen interferencias del mas variado tipo y origen, abriendo nuevas posibilidades de comprensión y de acción.
Re-generar el sentido de los límites entre las disciplinas, hacia adentro y hacia fuera, implica replantear el tema de sus interrelaciones apuntando para la búsqueda de nuevos sentidos, re-construyendo vínculos comúnmente asumidos como naturales.

Desde el punto de vista arquitectónico-urbanístico, de lo que se trata en relación con el tema del límite, es de cómo hacer con que todos los elementos contenidos en la proximidad de un límite, real o imaginario, que actúa como separación entre territorios contiguos, pueda ser resignificado, operando una “juntura” en lugar de una separación.
Considerar la especificidad material y cultural de un sitio, implica concebirlo como resultado de una construcción, debido a la acción de las fuerzas tectónicas siempre en acción. Por eso la identidad de un sitio o de un limite no preexiste, es siempre resultado.

Hablar de limites implica ir mas allá de los programas y la materialidad, poniendo en primer plano cuestiones que van de lo político a lo emocional y de lo estético a lo contextual.

En relación con un límite debemos preguntarnos cual es su realidad geopolítica. Cuales son las posibilidades de romper, modificar o abrir pasajes, redefiniendo los límites existentes. Al construir una calle privada por ejemplo, se crea un límite que es un enclave, una trinchera en las formas de hacer ciudad principalmente en las periferias contemporáneas, que va claramente contra la urbanidad.
Hoy los límites de la ciudad se multiplican y las simples oposiciones centro-periferia o interior-exterior ya no explican los acontecimientos físicos de la ciudad actual.
Hay una infinidad de límites y fronteras que constituyen la ciudad y sus espacios están tanto definidos por los acontecimientos próximos (fuerzas que atraviesan el lugar, objetos , topografías) cuanto por las influencias “globales”, mas que por la limitación que los definiría.
Esos acontecimientos de todo tipo hacen con que la idea de límite pierda precisión. Y el espacio resultante producido desde la dispersión y la discontinuidad, ya no se caracteriza por la continuidad geométrica de las antiguas geometrías perfiladas.

Hoy se trata de operar en la disolución, en las intermitencias, no creando límites sino precisamente buscando su difuminación, especialmente entre lo formal y lo informal.

La cuestión que se coloca para nosotros arquitectos, es la de pensar y materializar otro tipo de espacios y edificaciones de delimitaciones, no solo llenos de actividades y acontecimientos sino abiertos al entorno, convidativos, inclusivistas, democráticos en el sentido de receptivos a las diferencias, a ese “otro” urbano que es la ciudad no proyectada y con la cual es necesario establecer puntos de contacto, de transición, de pasaje, tanto formal-informal, ciudad-naturaleza y popular-erudito, cuanto promover, estimular y redireccionar la relación hombre y medio ambiente, buscando la reconciliación entre lo público y lo privado, entre lo colectivo y lo individual y, fundamentalmente, entre edificio, ciudad y apropiación del ciudadano.
Precisamos de una arquitectura que construya ciudad. Y que lo haga con los instrumentos de las disciplinas de la arquitectura y del urbanismo-paisajístico, con un concepto de ciudad abierta (no “amurallada”, o solamente “funcional”) basada en la valorización del espacio colectivo y en la capacidad de generar empatía con el lugar; de definir un lugar y promover una imagen de lo público como ámbito de integración, de participación, y de pertenencia, articulando saber popular y saber disciplinario.

Por eso debemos cuestionarnos sobre la naturaleza de los límites, fronteras y formas de control del espacio en el sentido de si estos son simplemente el resultado de procesos económicos sin control, o del impacto producido por los medios de comunicación (creación y venta de imágenes urbanas), o las consecuencias de los procesos de ocupación del territorio que consideran la noción de interés público, de cosa pública, como algo central, en estrecha relación con las problemáticas del sujeto y las formas culturales locales de comportamiento.
La cuestión que se coloca hoy es como negociar los límites entre el espacio colectivo urbano y el espacio arquitectónico, de manera que incluya las dimensiones socio-políticas y culturales.
Lo que significa pensar la arquitectura como interface entre lo público y lo privado, como configuradora de la dimensión pública de lo construido, actuando como nexo entre la ciudad y el paisaje (natural o construido).
Se trata hoy de un nuevo desafio, de buscar la porosidad espacial y temporal dada por la articulación de los dominios público y privado, propiciando el encuentro y poniendo en valor las especificidades culturales.
Reflexionar sobre la complejidad de lo urbano contemporáneo, haciendo de la disciplina del urbanismo algo verdaderamente inter-disciplinas, capaz de ayudar a la implementación de un pacto territorial. Desde el punto de vista arquitectónico-urbanístico las edificaciones configuran límites, trazan circuitos (o trayectos) capaces de articular movilidad y programas. Los edificios pueden servir para crear lazo (o enlace) según sean capaces de comprimirse o expandirse, proponiéndose ellos mismos como tramas-circuitos edificadas.
El reciente informe de la ONU sobre “El estado de las ciudades en el Mundo” revela que hoy existen 1 billón de favelados en el mundo, lo que corresponde a 1/3 de la población mundial. Y que para 2020, o sea de aquí a solo 16 años, ese número será de 1 billón y 400 millones de personas viviendo en favelas o villas miseria.

Lo que claramente exige repensar lo urbano, y todos los tipos de límites hoy existentes, en el sentido de su reconfiguración, buscando una urbanidad (y una sociedad) “otra”, menos partida, mas “multi”, mas “sin-fronteras”.


Vista de la favela Dona Marta "derramandose" sobre la ciudad