Entrevista: Marcelo
Corti
Una de las
experiencias urbanas y arquitectónicas más estimulantes de América
Latina en la actualidad es el trabajo de Jorge Jáuregui para el
programa Favela Barrio, de Río de Janeiro. En sucesivos números de
nuestra revista, varias notas lo han mencionado por su particular
acercamiento al problema de los barrios marginados de la
ciudad.
café de las
ciudades entrevistó a Jáuregui en una
reciente visita a Buenos Aires. La sugestiva atmósfera de la
recepción del Hotel Castelar, en la Avenida de Mayo, fue el marco
adecuado para nuestro encuentro. Jáuregui accedió gentilmente a
nuestro pedido, facilitando la reunión y la producción posterior. Su
único pedido fue el de usar una mesa para fumadores (especie a cuya
vertiente más radicalizada pertenece Jáuregui).
cdlc: Se te conoce especialmente por Favela Barrio, pero nuestros lectores
querrán saber algo de tu trayectoria anterior. ¿Podés contarnos algo
sobre esta?
JJ: Yo vivía en Rosario,
Argentina. Era militante político de la Juventud Peronista y al
producirse el golpe militar de 1976 tuve que exiliarme. El país más
cercano era Brasil, al que pensé irme por poco tiempo (solo el
necesario para poder volver). Pero en Argentina las cosas demoraron
más tiempo: cuando hice proyectos para volver bastante más adelante,
en la época de Alfonsín (1983 - 1989), ya tenía todo resuelto y
encaminado, pero la hiperinflación lo imposibilitó. Desde ese
momento no pensé más en volver a la Argentina y me fui acostumbrando
a que me iba a quedar definitivamente en Brasil. Desde que llegué,
como todo argentino que arriba a un lugar, había organizado grupos
de estudio. En arquitectura son más difíciles de organizar que en
otras disciplinas, porque los grupos de estudio tienden a
dispersarse cuando no hay un objetivo inmediato como hacer un
proyecto. No sucede lo mismo en otras profesiones, como la filosofía
o el psicoanálisis, donde los grupos de estudio se mantienen a lo
largo del tiempo aunque no tengan una aplicación directa. Incluso,
en el caso del psicoanálisis la tienen, ya que el psicoanálisis no
es algo institucionalizado (por lo menos no se lo enseñaba en la
Facultad hasta hace muy poco tiempo), y por eso hay una necesidad de
encontrarse y dar cuenta de cómo se trabaja, presentar casos y tener
interlocución. En el caso de la arquitectura, en general los
arquitectos trabajan en la Universidad y se supone que eso elimina
la necesidad de intercambio. Yo armé grupos de estudio, que en
general no duran más de un año y en esa época también comencé a
hacer mi pasaje personal, de arquitecto político - técnico que era
en Argentina, al rol de técnico con algún interés en la política
(sobre todo porque no entendía muy bien la práctica política
local...).
cdlc: ¿Eras político - técnico solo por la militancia, o porque tenías
alguna función pública?
JJ: Por la militancia y
porque trabajaba en la Universidad de Rosario en el Instituto de
Planificación Territorial y Vivienda, con el que llegamos a formular
la propuesta urbana y el programa político para acceder al gobierno
en las elecciones de 1973. Ya en Brasil me transformé en técnico -
político, y volví a leer mucho de arquitectura y urbanismo. Hice mi
pasaje de la modernidad al "después" de la modernidad: en Argentina
me formé con arquitectos modernos y tomando como referencia los
maestros modernos, en Brasil leí a Aldo Rossi, Robert Venturi y toda
la crítica a la modernidad. Bastante más adelante llegué a la
filosofía, y comencé a frecuentar grupos de estudio filosóficos (en
Río hay una muy buena escuela filosófica deleuziana). Tuve como
interlocutores a muchos filósofos que me ayudaron a pensar varias
cuestiones sobre lo urbano, que después se tornaron cruciales.
cdlc: Das mucha importancia en tu trabajo a la filosofía y el
psicoanálisis. ¿Eso empezó en Brasil?
JJ: El psicoanálisis no, yo
ya tenía una relación. Mi mujer es psicoanalista y yo tenía
interlocución con psicoanalistas y con epistemólogos, porque hacia
estudios de epistemología en Rosario. Lo que incorporé en Río, por
este contacto con la escuela de Deleuze, fue la filosofía,. No era
en la Facultad, eran grupos particulares. Eso fue muy interesante,
me acuerdo que cuando estaba haciendo estudios sobre la ciudad con
un grupo de proyecto (estudié varios barrios, Botafogo, la Bahía de
Guanabara, el puerto de Río, que hoy es un ámbito estratégico para
la renovación urbana) toda esta cuestión de la filosofía me sirvió
mucho. Cuando participé en el concurso para Río Cidade, que fue el
primer proyecto urbano en Río desde que yo viví allá y después de la
modernidad (no había habido más concursos públicos), en el año '94,
cuando Luiz Conde era Secretario de Urbanismo y lanza ese programa
para la ciudad formal, yo le pregunté al filósofo Claudio Ulpiano:
"¿que es para vos la ciudad?". Y el me respondió: "la
ciudad son flujos de los más variados, pasando: música, pintura,
arquitectura, el movimiento, el tiempo". Eso fue muy instigador
para pensar la ciudad como flujo de circulación, de
movimiento, algo que hoy está muy candente.
Después comencé
a articular este aprendizaje con la cuestión de la relación entre lo
formal y lo informal. Pero comencé, como te decía, con la ciudad
formal. Cuando se estaba terminando con la ejecución de la obra de
Río Cidade, es el barrio de Catete, el gobierno municipal lanza un
concurso para la ciudad informal, las favelas. Hasta ese momento las
favelas no habían sido objeto de concursos, ni los arquitectos
habían trabajado profesionalmente en ellas, salvo los arquitectos
que estaban en la actividad pública, los funcionarios. Pero no como
campo de reflexión, sino apenas como un campo de práctica técnica.
Con el concurso para las favelas se abre este espacio, yo no tenía
mucha idea, ni nadie, no había arquitectos que tuvieran experiencia
en ese campo. Había que construir todo: la metodología, los
conceptos para pensarlo. Fue un gran desafío del que realmente yo no
tuve idea, ni nadie la tuvo, de hasta donde podía llegar y la
trascendencia que podía alcanzar. Tenía una intuición pero no un
conocimiento. Inmediatamente se fue revelando cada vez más como un
campo fértil para pensar, para reflexionar, para investigar y para
hacer, sobre todo para intervenir, para experimentar. Tuve la suerte
de haber coincidido en ese tiempo histórico en el que se abrió esta
perspectiva en la ciudad de Río, que es la única en Brasil que pudo
hacerlo, hasta ahora. No hay un programa semejante hasta
ahora, ni en otras ciudades de Brasil, ni en otras ciudades de
Latinoamérica. No es que sea un programa genial, pero reúne las
experiencias anteriores y permite que uno reformule y construya una
visión de ciudad, que actúe proyectando a partir de pensar una
idea de urbanidad deseada. Ese es un gran espacio que se abrió y
donde hay que avanzar mucho todavía.
cdlc: Favela Barrio no es una solución sectorial al problema
de vivienda, como otras que ha habido. Y que en general interpretan
la situación informal como una anomalía, que las administraciones de
derecha quieren erradicar y los progresistas intentan
resolver...
JJ: ...haciendo
"casitas".
cdlc: Claro, en cambio tu práctica se basa en pensar toda la
ciudad.
JJ: Si, yo creo que esa es
la gran cuestión. Hoy participé en un encuentro en la FADU-UBA cuyo
tema era "proyectar para incluir". Bueno, para poder incluir
primero es necesario articular lo físico con lo social, y hoy en
día en un contexto muy espinoso, que es el de la inseguridad del
ciudadano, algo que siempre fue manejado policialmente,
militarmente. Yo creo que el tema no tiene nada que ver con eso,
sino que es necesario integrar la cuestión de la seguridad de los
habitantes, tanto de la villa o de la favela, como de la parte
formal de la ciudad, en cuanto a que tengan condiciones de
circulación, de movimiento, de vivencias, de poder vivir en
cualquier sector de la ciudad en condiciones de libertad. Para
que eso suceda tienen que darse obviamente algunas condiciones, y
tiene que haber un diálogo. Tiene que haber gente capacitada en los
organismos encargados de la seguridad, y por el lado de la población
un nivel de organización con capacidad de tener interlocución. Al
pensar una intervención urbana hay que hacer que lo físico, que
es lo infraestructural, ambiental y urbanístico, tenga que ver con
lo social, que es lo económico, cultural y existencial, lo que
se refiere a la existencia concreta de cada persona. Esto, junto con una política que garantice la transitabilidad y los movimientos
en cualquier parte del territorio desde una perspectiva
civilizada, no como un aparato de represión sino como un
mecanismo de diálogo. Una política que busque anticipar las demandas
para intervenir, resolviendo los problemas cuando no son evidentes.
Ese es un tema bien latinoamericano, en especial por esta condición
de que en la ciudad latinoamericana, a diferencia de la europea o de
los Estados Unidos, un 30, 40, 50, 60 y (como sostenía un arquitecto
peruano en el encuentro del que hoy participé) hasta un 70 % de la
ciudad es informal. Hasta ahora yo pensaba que Venezuela era el país
con mayor porcentaje de informalidad, con un 60 y 40 %
respectivamente de ciudad informal y formal, pero ahora veo que en
Lima la informalidad es aún más grave. Eso es muy determinante, es
diferente de Argentina, Chile o Uruguay donde el porcentaje es entre
un 5 y un 10 %, claro que extendiéndose ahora en Argentina o
Uruguay.
Pero volviendo
al tema inicial, esta vertiente de articular las cuestiones sociales
con lo urbanístico, con la seguridad y con lo ecológico, me permitió
retomar algunas de las inquietudes de mi época de militancia, ya
desde un rol profesional. Hay un servicio posible dentro de la
práctica profesional, una utilidad pública muy clara para la
arquitectura y el urbanismo dentro de la práctica profesional en
esta perspectiva. Eso implica que uno tiene que trabajar a veces con
un pie adentro y uno afuera, o a veces con los dos pies adentro o
los dos afuera. No hay garantías, siempre hay que estar construyendo
el espacio de la posibilidad proyectual. Muchas veces se cree que
uno encuentra una vertiente en este campo y tiene un camino hecho.
Pero no, los caminos no existen, como en el poema de Machado que
canta Serrat: se hace camino al andar, siempre. Y eso es una verdad
indiscutible, en cualquier campo pero sobre todo en el nuestro, la
arquitectura, porque esta condición de inseguridad económica propia
de nuestro continente hace que siempre estemos reconstruyendo los
caminos.
cdlc: Parecés haber encontrado un compromiso viable entre lo político y lo
técnico, que es algo que le preocupa a cualquiera que ha militado en
política desde una actividad profesional. Es una dicotomía difícil
de manejar: ¿cuando se pueden dividir las aguas, cuando podés
integrar ambas actividades? Yo no creo que se pueda ser un técnico
puro ni un político que resuelve los problemas con pura ideología. Y
en tu caso, pareciera ser que es importante el contexto histórico,
con la intendencia de Conde y toda una serie de factores, para poder
resolver esa dicotomía.
JJ: Si, y espero que ahora
se pueda hacer en Argentina, ya que parecen darse las condiciones
para que se reevalúe la experiencia de lo bueno que se hizo, y se
haga la crítica de lo equivocado. Es necesario reformular y
reorientar la práctica técnico - política, desde lo público, desde
el gobierno en todas las instancias (municipal, provincial y
federal), pero también desde el pensamiento. En la Universidad
siempre se educó para trabajar la parte formal de la ciudad, pero para lo informal hay que construir nuevos conceptos, o
rearticular conceptos existentes de una forma nueva. En ese sentido
me parece que este tema de articular lo formal con lo informal en
América Latina es muy relevante y que hay que dedicarle bastante
tiempo, e invertir dinero y esfuerzo intelectual, desde la
Universidad, desde el gobierno y desde las organizaciones sociales
también, incluyendo las ONGs y otras instituciones. Hay varias
instancias para conectar, inclusive los organismos internacionales.
cdlc: Creo que las experiencias concretas de Favela Barrio están muy bien
descriptas en tu página
web, a la que remito a los lectores para interiorizarse.
Pero ya que hablas de dinero, ¿como es el proceso de gestión, las
formas de inversión, como interviene el estado, las organizaciones
de la comunidad y vos como estudio privado?
JJ: Yo estoy trabajando en
Brasil a partir de la formulación de un programa público, que
contaba y cuenta con 30 % de dinero del Estado y 70% de dinero de
financiamiento externo, en este caso el BID. Es el programa Favela
Barrio, que atiende a las comunidades de tamaño medio, entre 500 y
2500 familias. Para las comunidades menores hay otro dinero, que
proviene de la Unión Europea y de otras fuentes que financian en
forma diferente, con otra lógica. Para las comunidades mayores,
también hay un programa de grandes favelas con varias fuentes
diferenciadas de financiación: el estado nacional, el banco
hipotecario. ¿Por que Favela Barrio trabaja en la franja de las
favelas medias? Porque son las mayoritarias, son aquellas en que se
puede formular una forma de urbanización que considera el aspecto
infraestructural, el aspecto urbanístico, el equipamiento para la
generación de trabajo y renta, los equipamientos deportivos, la
guardería, el centro cultural, el centro profesionalizante, la
titulación de la propiedad de la tierra (que siempre falta en las
favelas). Es una política integrada, por eso demanda un trabajo
multidisciplinario, y solo puede ser pagado con dinero manejado por
el estado. El estado, en lugar de proyectar, gerencia los programas,
nos subcontrata a los arquitectos por licitación o por concurso. Eso
le permite dedicarse solamente a controlar la eficacia de la
aplicación del dinero público, que tiene dos instancias: por un lado
se contratan los proyectos, y con el proyecto detallado se hace la
licitación para obra, donde participan las empresas constructoras.
Solo que cuando uno compara las realidades de Brasil y de Argentina
son totalmente diferentes, empezando por el número de gente que vive
en villas: son 130.000 en Buenos Aires (la ciudad, no la metrópolis)
y entre un millón y un millón y medio viviendo en favelas en Río,
sobre cinco millones y medio de habitantes, el 30% de la
población.
cdlc: ¿Pero la favela brasileña es asimilable sin más a una villa
argentina, o es más bien un mezcla entre villa y asentamiento
periférico, loteo clandestino...?
JJ: No, en Río también hay
loteo clandestino y no es lo mismo que la favela. La favela y la
villa son bastante parecidas, yo estoy haciendo en Buenos Aires un
trabajo para la Villa 31, en Retiro. Me interesaba mucho porque es
la villa emblemática de Buenos Aires, la más incomoda, la que está
en un lugar que molesta.
cdlc: Y que por su ubicación central, para algunos sería buen negocio
erradicarla y proponer una intervención comercial....
JJ: Si, ya hubo varias
propuestas de retirada total que yo considero inadecuadas e
irrealizables. Estamos trabajando desde hace varios meses en
relación con las juntas de vecinos, en este viaje tendré una
reunión, y acabamos de encontrarnos en la Facultad, ellos vinieron
como oyentes al seminario "Proyectar para incluir", del que
participé. Yo no veo gran diferencia entre la favela y la villa a no
ser en la magnitud del problema: la forma física, la ocupación del
espacio, las carencias, los problemas, la desconexión entre la trama
urbana formal y la informal, tienen las mismas características.
Quizás las formas políticas organizativas sean un poco diferentes.
En Buenos Aires noto tal vez mayor caudillismo, mayor número de
interlocutores dentro de las comunidades, en Río tal vez la
asociación de vecinos funcione de una manera más unitaria, no hay
tanta disputa. En Buenos Aires hay muchos grupos, muchos caudillos,
algo que no se encuentra en las comunidades de Río donde he
trabajado. Fuera de este aspecto político organizativo, que
diferencia un poco (en Buenos Aires hay una mayor fragmentación de
la representatividad, sería esa la diferencia) las cuestiones y
problemas son los mismos, lo único es que en Buenos Aires no hay
todavía formulado un programa como el Favela Barrio y por lo tanto
es más difícil para el poder público organizarse y determinar
políticas para la articulación de lo informal con lo formal.
cdlc: ¿Es muy duro decir que en Buenos Aires no hubo la voluntad política
que hubo en Río de Janeiro?
JJ: Yo todavía no la veo. Yo
he escuchado a bastante gente encaminada desde los organismos
públicos a pensar en esa dirección, pero no está asumido por el
poder político la formulación del programa, aunque está siempre la
posibilidad, incluida la intelocución con el BID que es el mismo
órgano financiador. La formulación del programa es importante porque
define la ley del juego, torna claro lo que se puede conseguir y los
objetivos a perseguir desde las organizaciones, y hay como un
lineamiento básico. Cuando eso no existe lo que se hace en cada caso
es más aleatorio, en cada lugar o instancia del gobierno, municipal,
provincial o federal. Hay que unificar criterios y acciones
porque hay mucha dispersión. En Argentina, como en el resto de
América Latina, todavía se ve demasiado la intervención del estado
como construyendo casas, construyendo habitación más que
construyendo ciudad. La ciudad sería una consecuencia final de la
construcción de las casas, y eso no es verdad: si no se actúa con un
proyecto urbano, con una idea de ciudad, la ciudad no deriva del
amontonamiento de casas. Sean casitas, edificios, bloques, o lo
que sea, eso no construye ciudad, lo que construye ciudad es un
concepto de lo urbano, un concepto de la urbanidad, que hay que
tener previamente a la materialización física de las unidades
habitacionales.
cdlc: ¿Y como definirías en un síntesis de 3 o 4 conceptos claves, sin
reduccionismos, esa idea de ciudad que ustedes aplican en Favela
Barrio?
JJ: Primero, que es algo
diferente a construir casas. Se trata de tener una política no para
construir casas sino para construir ciudad, para urbanizar en el
sentido mas literal del termino, para eliminar el "deficit de
ciudad". No el déficit habitacional. Este tiene un plazo para
ser resuelto que es bien mayor que la urgencia de construir ciudad.
Construir condiciones de urbanidad implica mejorar la condición
real, física y psicológica del habitante de un lugar que siente que vale la pena que el se esfuerce económicamente (y hasta
físicamente) para mejorar su vivienda porque el estado también
está preocupado por el y está haciendo infraestructura, espacio
público, servicios sociales, equipamientos y creación de condiciones
para la evolución económica, social y cultural. Para sentirse
integrado, parte de una comunidad y no un excluido, un paria,
un quiste del que no se quiere saber, un culpado de antemano. Eso
exige que en el poder público también se tenga un concepto de que lo urbano es un bien público del más alto valor, tan
necesario como el acceso a la infraestructura, el transporte, la
educación o la salud. Entendido de esa forma, en el sentido más
clásico posible, la urbs y la civitas, el ambiente
físico y la condición política del ciudadano, tienen que estar
completamente entrelazados. ¿Como se puede ser un ciudadano
pleno y sin sensación de exclusión en un ambiente totalmente
deteriorado, degradado y sin los atributos de la urbanidad, las
condiciones de acceso, las condiciones de infraestructura, los
equipamientos de "prestigio", que por más pequeños que sean estén
pensados con toda la calidad arquitectónica, urbanística y
estética?. Para mi, el derecho a la belleza es un derecho tan
importante como cualquier otro. Por ejemplo, el carnaval muestra
eso muy bien: cuando el estado no hace las cosas la gente igual las
hace. La gente que vive en la favela es la que produce y piensa
durante todo el año en la cuestión de la belleza y lo puede
canalizar en el carnaval, porque se organizan socialmente y
encontraron una escala para manejarlo. Es por eso que yo digo que la vivienda la puede resolver cada persona individualmente con su
esfuerzo físico y económico, pero lo que no puede construir nadie
individualmente es el espacio público, la infraestructura, todo
lo que requiere una inversión, un trabajo, y un conocimiento técnico
más elaborado. Eso solamente puede venir de los departamentos
técnicos, como siempre fue en toda época de la humanidad. Y por eso
a mi me parece que hay que priorizar el construir ciudad a construir
habitación. En algunos casos hay que construir habitación también,
para esos sectores que están en área de riesgo o muy precarizados,
gente de mucha edad o muy joven que no tiene los recursos y las
condiciones como para resolver el problema con sus propias manos.
Esta gente si que precisa la asistencia del estado, también para la
vivienda. Pero no son la mayoría ni remotamente, son siempre muy
pocos. Lo que no hay en la favela es espacio público. Hay espacio
privado, pero el espacio público no existe, ese es el déficit
principal y en ese déficit se puede intervenir. Eso posibilita un
cambio muy fuerte en las condiciones de convivencialidad, que se
extiende a los barrios de alrededor y como consecuencia al resto de
la ciudad.
cdlc: En las intervenciones que ustedes han realizado ¿han verificado como
potencia la construcción del espacio público a la acción privada en
la resolución de la vivienda y otras cuestiones?
JJ: Si, y es muy claro y muy
interesante, porque sucede lo mismo que en la ciudad fomal, a una
inversión pública donde se construyen plazas, equipamiento,
iluminación pública, mobiliario urbano, paisajismo, inmediatamente
hay una respuesta privada. Por la valorización que eso produce
en la propiedad por ejemplo, aunque no solo por eso, el ciudadano
privado responde mejorando su inmueble. En las favelas sucede
exactamente lo mismo, es increible y automático, el estado hace una
inversión e inmediatamente la gente pasa a mejorar su propia
vivienda, inclusive a terminar las casas (que en la favela están
siempre sin revoques, sin terminación). Hay casos que se pueden
citar donde a la inversión pública que construyó calles,
infraestructura, y urbanizó, los habitantes de las favelas
respondieron inmediatamente revistiendo su casa, tratando los
accesos, formalizando, ornamentando el dominio público. Lo que antes
se hacía solamente para adentro, inmediatamente se pasa a hacer
también para afuera. Eso crea una sinergia inmediata que permite el
pasaje de la favela al barrio popular en primera instancia, y abre
el camino para una evolución histórica que le permita devenir en un
barrio.
cdlc: ¿Como se encara el tema de la legalidad de las
propiedades?
JJ: Ese es siempre un tema
difícil. Nosotros tenemos obligación de entregar como final de
proyecto un plano de delimitación de lo público y lo privado, que es
lo que no hay originalmente en la favela. A partir de ese momento,
cada casa tiene definida catastralmente su dimensión, su lote, por
mas irregular que sea. Nosotros tenemos obligación también de hacer
una leicinha, una pequeña ley adaptada del Código de la
ciudad al caso especial de la favela, donde se definen condiciones
de uso, de alturas, de alineamientos. En cada favela urbanizada se
deja un Puesto de Orientación Urbanístico y Social, que es donde se
reúnen arquitectos, ingenieros y asistentes sociales de la
municipalidad, con la comunidad, y administran los conflictos
post-obra. Son mecanismos importantes para permitir el pasaje de
la informalidad a la formalidad, que no es un hecho automático:
no es que se termina la obra y ya es todo formal, hay un proceso de
reeducación de la conducta en relación a lo que es de todos, al
espacio público que no había antes. Esa posibilidad es abierta por
la instauración y materialización del proyecto.
cdlc: En Francia o Estados Unidos había asentamientos similares a las
favelas y las villas hasta hace 50 o 60 años. El neorrealismo
italiano muestra barriadas muy parecidas. ¿Has analizado las formas
en que se resolvió el tema en esas sociedades?
JJ: No, particularmente tengo
conocimiento como cualquiera que pasó por la Facultad y lo estudió
en los cursos de urbanismo, pero no tengo una atención o reflexión
específica sobre eso. Sirve como una referencia general, pero ahora
estamos casi invirtiendo las cosas, hay una exportación de la
experiencia latinoamericana para esos lugares, sobre todo para las
áreas informales o con ciertas condiciones de informalidad que hay
dentro del llamado mundo desarrollado, sea Francia, Estados Unidos,
etc. Hay allí comunidades étnicas, de inmigrantes, o de los sectores
excluidos de la sociedad, que tienen condiciones de informalidad
diferentes en su apariencia, pero con una clara situación de
diferencia con respecto a la ciudad formal. Esto implica modos
diferentes de usos del uso público, modos diferentes de ocupación de
las veredas, de las plazas, modos de conducta diferentes en relación
a como usa los espacios externos el resto de la población. Ellos
están muy interesados en la metodología que usamos para la escucha
de las demandas, algo que viene del psicoanálisis: la cuestión de la
atención flotante y la asociación libre, la escucha atenta para detectar en la demanda tanto la demanda explícita como la demanda
latente, el espacio de interlocución donde se puede construir
una relación para transformar la demanda en una respuesta
proyectual, que integre lo formal con lo informal. Yo creo que en
ese sentido hay una posibilidad de interacción y de aplicación
metodológica de lo que hacemos aquí para esas áreas informales. A
ellos les preocupa mucho, es algo que viene creciendo por las formas
del capitalismo de los últimos años, que produce desarrollo pero muy
diferenciado y segregativo tanto allá como acá. Por eso allá hay un
campo de aplicación de las experiencias que se hacen acá.
cdlc: Dos preguntas entrelazadas: por un lado, ¿como responde la sociedad
formal, se manifiestan los prejuicios? Y en cuanto a los sectores
informales, en el paso de la informalidad a la formalidad, ¿no
ocurre que se trata de imitar (incluso hasta el absurdo) las
conductas de la sociedad formal?
JJ: Hay dos aspectos: uno es
que la sociedad formal todavía no tiene este programa muy claro, no
hay una suficiente difusión. A pesar de todo lo realizado, no hubo
una utilización positiva de los medios, de la televisión, radio y
prensa escrita, con publicaciones que ilustren el alcance, los
objetivos, la filosofía que está por atrás de Favela Barrio. En
general la clase media está todavía muy desinformada, aun en Río de
Janeiro. Escuchan y leen el nombre Favela Barrio, la idea circula,
pero no se conoce muy bien. Incluso es desconocida en los ambientes
universitarios, salvo en la Facultad de Arquitectura, y ni siquiera
ahí es muy bien conocida. Recién ahora, en los últimos 2 años, están
empezando a estudiar, a preocuparse y pensar algo sobre este tema.
Siempre los centros universitarios están muy desajustados de los
procesos sociales, funcionan "a remolque". La clase media y los
favelados de Río vienen conviviendo desde hace tiempo: las favelas
están incrustadas en el medio de la sociedad formal. En Ipanema,
Copacabana, Leblon y en todos los principales barrios hay favelas.
Eso es entonces, algo aceptado, pero mal asumido, en forma de una
actitud indiferente a la existencia de esas situaciones (salvo ahora
que la cuestión de la seguridad las tornó una amenaza). Hay cortes
bien claros y abruptos entre la favela y el barrio formal: el barrio
es asfalto, la favela es morro. Entre el morro y el
asfalto hay poca interacción, salvo en la época del carnaval, en la
música, o en el consumo de drogas. Todavía hace falta avanzar mucho
más, discutir culturalmente y proponer programas y acciones y
proyectos concretos de mayor articulación entre los dos lados, entre
lo formal con lo informal, tanto en lo cultural, en lo económico, en
lo político, como en lo físico mismo: en todo.
Por otro lado, siempre hubo y habrá imitación de conductas de la sociedad formal
por la informal. Sobre todo es la televisión la que lo provoca,
porque al pibe de la favela que no puede salir de su comunidad
porque no tiene ni el dinero, ni los signos sociales necesarios (ni
las zapatillas, ni la ropa, ni el vocabulario ni nada para ir a
consumir lo que consumen los pibes de la clase media en el asfalto),
de todas formas le llegan los mismos discos, a través de la radio y
la televisión, porque ve el mismo programa que los otros. Creo que
eso produce una dicotomía, una tensión enorme, la de causar deseo y
no poder alcanzar ese deseo, y me parece que eso no puede dejar de
producir efectos negativos. Pero esto ya está instalado desde el
plano cultural. El urbanismo no solo no lo exacerba, sino que de
alguna manera ayuda a reducirlo. Por ejemplo, en algunas comunidades
urbanizadas, la favela pasa a tener equipamientos mejor proyectados
y mejor diseñados que el propio barrio de clase media que está al
lado, "ahí abajo". Hasta puede haber procesos de asimilación
contraria, o de envidia. Pero esto es algo que es político, que es
propio de la democracia, y que hay que ir diluyendo en el tiempo con
políticas bien formuladas, con programas, con acciones que vengan
tanto desde el poder político como desde la propia comunidad y
organismos intermedios. El desafío de intervenir en estos contextos
es sobre todo el de articular iniciativas: hay mucho desorden, mucha
superposición de iniciativas diferentes, no solo del poder público
sino también privadas y que apuntan a lo mismo. Hay un desperdicio
de esfuerzo, de medios, y de todo tipo de recursos materiales e
intelectuales, que hay que hacer coherentes entre si.
cdlc: Para terminar, te pido una reflexión sobre la estética de Favela
Barrio: me parece apartada tanto de la ortodoxia "modernista
burocrática" de los planes tradicionales del estado, como del
informalismo seudoregionalista de alguna otra experiencia. Una
estética auténtica, que parece respetar sus propias condiciones de
producción y la características originales de los
barrios.
JJ: Tu percepción es
correcta, a mi me parece que se trata de eso, de articular la
estética popular con la estética "erudita", aprendida, surgida
de la Universidad o de la cultura formal. Se trata de articular
cultura profesional con cultura popular, no mimetizándose, ni
buscando camuflar o parecerse, sino tratando de mantener las
diferencias y provocar que por la convivencia de las diferencias se
produzca el estímulo para la búsqueda de las transformaciones.
Nuevas ideas estéticas, nuevas ideas de hibridación para nuevos
conceptos de belleza, una belleza de lo impuro, en proceso, de lo
que está en transformación. No un ideal de belleza canónico,
clásico, sino una idea de belleza como la que uno puede percibir en
la calle, en otras manifestaciones culturales, en el carnaval, en la
vestimenta de grupos específicos de tribus urbanas, que apuntan a
una reconfiguración de los elementos y a nuevas síntesis, donde la
propia idea de estética, de belleza, está en redefinición. Yo creo
que aquí hay un campo bien interesante para experimentar, para
investigar, para hibridar y también para conectar.
Y como la
entrevista se termina, agradezco la invitación de café de
las ciudades, porque contribuye a difundir y tornar
públicas estas cosas.
MC
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