“El espacio público es donde una sociedad se refleja”
Jorge Jáuregui es el arquitecto que lleva adelante el programa Favela- Barrio, en Río de Janeiro, donde reside actualmente. Nacido en Rosario, este urbanista remarca en sus proyectos la utilización del espacio público como transformador de estos asentamientos. En esta entrevista con Espacios, en su visita a Paraná por el 3° Congreso Hacia la Equidad Territorial, plantea la necesidad de abordar las ciudades desde la complejidad conectando disciplinas como la filosofía, el arte o el psiconanálisis y trabajar las favelas o los asentamientos desde la escucha atenta de las necesidades y de la vinculación directa con sus habitantes y el espacio.
—¿De qué manera puede el espacio público ser un motor de transformación en los asentamientos?
— En estas ciudades y sociedades partidas de las cuales somos parte, el espacio público tiene una función fundamental porque es el lugar donde se representan todos los imaginarios, donde una sociedad se refleja, se ve. El espacio público es la sala de estar de la ciudad, el lugar de encuentro de los ciudadanos, el lugar de la convivencia. Por lo tanto tiene la función de estructurar, de conectar, de hacer el nexo entre lo privado, lo semi privado y lo colectivo. El arquitecto que trabaja la ciudad partida tiene que tratar que ese espacio público no sea el resultado de acciones privadas, o lo que sobre de ella, sino que tenga su lógica pensada desde el interés publico y donde lo privado pueda conectarse de manera encaminada. Que lo privado no defina la identidad de la ciudad, sino que el planeamiento del interés público esté primero, donde lo privado se conecta, se suma, cumple su rol. En nuestros países el espacio público está siempre sometido a lo privado, entonces, en la ciudad informal, en la favela, en la villa, todo es privado o no es de nadie y les resulta imposible, por lo tanto, tener una idea del todo. Cada uno puede hacer su parte, pero no se puede ver el todo organizado, la ciudad, porque tampoco el asentamiento es considerado parte de de esa ciudad. Es una configuración caótica que tiene un orden oculto, complejo, que un proyecto debe poner en evidencia.
— Aunque caótica, es una organización de todas maneras, distinta de la organización de la ciudad formal. ¿De qué manera se interviene en las favelas sin que eso sea percibido por sus habitantes como una especie de invasión?
—En general lo ven bien, porque todo lo que se haga para suplir lo que falta, toda iniciativa, es bienvenida si es trabajada y comunicada con anterioridad. Que lo sientan como una invasión o no depende de cómo se trabaja, de quién va al lugar. Esto tiene que ver con la "participación comunitaria", debe ser una participación que no tenga que ver con el engaño, con ir al lugar con intereses electorales, que es como normalmente se llega muchas veces. Si se va al lugar es porque el poder público determinó que estas áreas van a ser intervenidas por un tratamiento de articulación urbanístico social. Se puede llegar a través del poder público o por un concurso de proyectos e ideas, que yo considero la mejor forma, porque el poder público está limitado en su forma, es decir, un funcionario no puede llegar de la misma manera que un arquitecto, u otro técnico.
El espacio complejo
Las favelas o las villas, como todo espacio, tienen en sí una compleja trama de significados, culturas, relaciones, discursos, vínculos que hace que sea imposible abordarlas sin tener en cuenta todas las disciplinas que intervienen y que exceden al urbanismo. Jáuregui plantea en su trabajo la necesidad de la transdisciplinariedad, donde se puedan atravesar distintos campos como el arte, la filosofía, la literatura, el psicoanálisis.
—¿De qué manera aplica usted el psicoanálisis en el abordaje de las favelas?
—En lo que se llama la “escucha atenta”, es decir, poder escuchar y registrar lo que nos están demandando. No para responder inmediatamente lo que se pide, sino para responder aún más de lo que se pide. Lo que se pide es siempre menos de lo que se puede pretender. El psicoanálisis plantea que no se debe responder a la demanda, sino que se debe interpretarla, porque si no algo se tapa, se obtura, no se crea lo nuevo, no circula. Hay que abrir el camino del deseo. No es solamente la necesidad de infraestructura, la casa nueva, una guardería lo que estas personas quieren sino un entorno mejor para vivir. Y mejor quiere decir más bonito. El derecho a la belleza es un derecho tan fundamental como el derecho a la vivienda, o el derecho a la libertad. El espacio no tiene que ser sólo para ser usado. Entonces, a través del diálogo se pueden abrir otras formas que no habían sido pensadas ni imaginadas antes de establecer el contacto entre el arquitecto y su interlocutor. O se responde a la demanda, o se trata de usarla para ir más lejos. Se puede imaginar algo que no creíamos que se tenía derecho a pensar. Eso es pensar lo no pensado: construir lo inesperado.
El espacio público como estructurador urbano
Intrevenir en las favelas, tanto urbanística como arquitectónicamente supone reconocer las particularidades, las relaciones que ya están establecidas en el lugar, las identidades. La inclusión de nuevos espacios públicos como centros comunitarios, bibliotecas, escuelas, centros deportivos, buscan reforzar el poder de congregación y de pertenencia, movilizar productivamente el territorio resignificando los lugares ya existentes y transformándolos en espacios con un valor simbólico importante, que representan la presencia del poder público dentro de la favela. Además, dentro del proyecto se incluyen aquellas edificaciones que articulan las relaciones con los barrios vecinos como teleféricos, nuevas calles y vías de conexión con las favelas.
Mariana Bolzán
Coordinadora de Prensa
Colegio de Arquitectos de Entre Ríos
|