Barrios fortificados, "Alphavilles", favelas, villas: segregación territorial y espacio
compartido
La nueva cuestión urbana de las ciudades latinoamericanas, que materializa
la inserción subordinada en la modernidad-mundo del capitalismo
global interconectado, coloca el desafío de repensar la construcción
del derecho a la ciudad y a la urbanidad, como proyecto y apropiación
de la dinámica de la ciudad por fuerzas que se articulan en el
territorio de lo precario y de lo informal fragmentado.
Esto tiene que ver con la identificación de procesos de construcción
de nuevas institucionalidades y redes sociales para el desarrollo del
territorio, a partir de espacios urbanos marcados por la cultura de la
segregación y la desigualdad, inscriptos en la lógica de
la estigmatización de lo informal-urbano.
Se trata de favorecer enfoques que reorienten la cuestión de las
políticas públicas urbanas llevando en cuenta la lógica económica
y espacial que se manifiesta en el territorio. El derecho a la ciudad
y a la urbanidad está en el centro de las nuevas estrategias democráticas
y distributivas, con énfasis en los organismos de participación
y en la creación de redes sociales productivas y solidarias.
Interesan especialmente enfoques que destaquen los avances de construcción
metodológica, que partan del reconocimiento de las potencialidades
de movilización socio-productiva en los territorios, en cuanto
forma practica de organización de la ciudadanía. Esos procesos
pueden emerger de nuevas dinámicas organizativas como la de la
construcción de una Agencia de Desarrollo en la "Ciudad de Dios",
Río de Janeiro, equilibrando las imágenes y la lógica
de las políticas publicas para una región hegemonizada por
el capital especulativo y del espectáculo (Barra da Tijuca).
La utilización de enfoques que integren lo productivo y lo urbano-ambiental,
lo tecnológico y lo social, lo institucional y lo organizacional,
pueden permitir una nueva aproximación critica al problema de la
formación y acceso a nuevos mercados y la mejora de la calidad
de vida para los mas necesitados, con base en una perspectiva política
de democratización ampliada.
La combinación de nuevas capacidades organizacionales, nuevas tecnologías
y nuevos sectores de crecimiento, provocan en nuestro continente tanto
nuevas centralidades cuanto un enorme incremento de la marginalización,
cuya manifestación evidente es la producción de una ciudad
dividida entre el denominado “sector formal”, con centro,
sub-centros y barrios, y el “sector informal” formado por
favelas, loteamientos clandestinos y extensas periferias sin cualidad
que determinan un fuerte trauma urbano.
Sabemos, desde Freud, que las cuestiones traumáticas remiten a
una pérdida primordial del sujeto con relación al campo del Otro.
Esto tiene que ver con ese exceso que se va a manifestar en la forma de
síntomas, angustias y miedos. Pero existen momentos históricos
precisos que se prestan mas para que esto se produzca. Por este motivo
es necesario trazar estrategias para redireccionar los procesos en curso
a través de intervenciones capaces de permitir una nueva conectividad
de la estructura urbana como un todo posibilitando articular las diferencias, cuando
estas se tornan intolerables.
Cuando se verifica algo de ese orden traumático como la “ciudad
partida”, surge la exigencia de establecer nuevas conexiones a partir
de proyectos de estructuración socio-espacial, capaces de articular
lo estratégico (la cuestión urbana considerada en el largo
plazo) con intervenciones puntuales, especificas, capaces de responder
a las mayores urgencias. Es en este contexto que se inscribe la cuestión
de la intervención en el espacio en el sentido de la redefinición
de las relaciones entre lo próximo y lo lejano, entre lo individual
y lo colectivo, entre lo publico y lo privado, entre lo formal y lo informal.
Un conjunto complejo de factores caracterizan lo que podríamos
identificar como el "magma" de lo urbano, donde lo que nos interesa son
los elementos intercalares desde donde poder hacer surgir articulaciones
locales desde adentro, a través de densificaciones, intensificaciones
y reforzamientos.
Nos interesan las articulaciones de la diversidad mediante agregados consistentes
sustentables en términos ambientales, económicos, sociales
y urbanísticos, como génesis de soluciones dentro del “campo
problemático” que gobierna la producción de esas soluciones.
Las áreas informales son una suma de lugares y de atravesamiento
de flujos, en un contexto de intervenciones fragmentarias y contradictorias.
Diferentes esferas del poder público se sobreponen sin coordinación,
incapaces de producir efectos resubjetivizadores. La elaboración
del mapa de cada lugar se convierte en una tarea que combina la interpretación
de signos con la significación de riesgos y conflictos, colocando
en cuestión la propia noción institucional de ciudad.
El mapa entendido como registro de conflictos cartografía el lugar
para permitir su transformación. Es una simulación estática
de procesos dinámicos que implica un diagnóstico capaz simultáneamente
de leer, procesar, representar y sintetizar informaciones, objetivas y
subjetivas.
Mapear realidades móviles como las de las favelas exige identificar
los factores estratégicos capaces de posibilitar evoluciones, interacciones
y transformaciones. Es de todo el Estado y de todo el territorio de lo
que habla la favela, esta parte de la ciudad solo escuchada como "problema".
¿Qué es lo que puede hacer el arquitecto, implicado y lanzado
en este territorio de altas intensidades en proceso de aceleración
de los conflictos?
Croquis de investigação / Manguinhos
Hoy existen mayores riesgos y amenazas al buscar desarrollar una conexión
comunicativa con los habitantes. Así, en lugar de un urbanismo
de master plan y normativa, lo que debemos buscar al pensar y actuar en
la ciudad informal, con sentido de oportunidad, son alternativas guiadas
por una lectura atenta de las condiciones locales y por la “escucha”
de las demandas.
Desde el punto de vista de un arquitecto, es necesario identificar cuales
son los puntos de inflexión o piezas que debemos conectar para permitir
devenir ciudad a estas partes hoy excluidas de los beneficios de la urbanidad.
El extraordinario crecimiento que han sufrido las metrópolis de
nuestro continente en las ultimas décadas ha modificado profundamente
la organización y las practicas del espacio. La explosión
de las periferias y la perdida de atractividad de los antiguos centros,
debido a la confluencia de numerosos factores, favorecieron una explosión
horizontal siguiendo diferentes modalidades en función de las clases
sociales. La instalación de los sectores privilegiados en la periferia
obedece a la expectativa de alejarse al máximo del fragor del centro,
buscando un “cuadro de vida agradable” basado en la posesión
de una “casa con jardín” y automóviles individuales
que les permitan conectarse con las actividades y la vida social dispersa.
Los sectores populares, por su vez, se instalan también en la periferia
pero por razones bien diferentes. Los recién llegados sin recursos
a la ciudad, se localizan donde pueden y normalmente en terrenos libres
residuales, de propiedad pública (normalmente áreas non
aedificandi) siendo dependientes de las vías y medios de transporte
público que los conecten al resto de la metrópolis. Esto
determina un proceso desurbanizante en ambos casos, con características
de conectividad-desconectividad diferentes. En el caso de los sectores
acomodados, está basado en la baja densidad, la desterritorialización
de las redes de sociabilidad y en el uso de equipamientos y servicios
dispersos sobre el territorio.
En el caso de los sectores populares, se caracteriza por la alta densidad
de un modo de agrupamiento también horizontal, basado en la contigüidad
de pequeñas unidades habitacionales alrededor de servicios básicos
como la escuela, el comercio de proximidad y servicios sociales precarios,
determinando una fuerte territorialización de las redes de sociabilidad.
Estas marcadas diferencias en las prácticas del espacio “urbano”,
generan códigos de comunicación-descomunicación y
percepciones muy diferentes de la misma ciudad, bien como antagonismos
y tensiones entre estos diferentes sectores sociales. Estas prácticas
son un síntoma de la desigualdad y la partición estructural
de la sociedad y la ciudad actuales. Lo que aumenta considerablemente
la demanda por “garantías de seguridad” desde todos
los sectores, con características y efectos bien diferenciados.
El doble proceso de expansión de las periferias y vaciamiento del
antiguo centro provocado por la expansión del capital en su fase
mundializada, determina el pasaje de un sistema segregativo inscripto
a escala territorial, a otro basado en la segregación a escala
local, en el interior mismo del espacio urbano, generando una inseguridad
real e imaginaria, amplificada por los medios de “comunicación”,
que refuerza el proceso de fractura socio-espacial. Fractura que necesita
ser combatida simultáneamente tanto a la escala local (planes de
desarrollo socio-espacial basados en la movilización productiva
de los territorios), cuanto a escala urbana (incorporación de equipamientos
de prestigio en las periferias).
Sabemos que existen lobbies de intereses que ejercen fuerte presión
sobre los municipios y deciden cuestiones fundamentales que van desde
la forma de ocupación de terrenos, instalación de equipamientos
e infraestructuras, hasta la delimitación de itinerarios y el valor
del reajuste de pasajes del transporte colectivo.
Por eso es todo un modelo excluyente que margina, en las decisiones, a la gran mayoria de los habitatntes, el que debe ser transformado para ofrecer puntos
de pasaje y de anudamiento entre estos dos mundos.
Jorge Mario Jàuregui
Pensée urbaine
Aujourd’hui, de plus grands risques et menaces existent dans la recherche à développer une connexion communicative avec les habitants. Ainsi, au lieu d’un urbanisme de plan directeur et de règlements, ce que nous devons, est chercher à penser et agir sur la ville informelle, avec sens de l’opportunité et guidés par une lecture attentive des conditions locales et par l’ "écoute" des demandes.
Du point de vue de l’architecte, il est nécessaire d’ identifier quels sont les points d’inflexion ou les pièces devants être connectées pour permettre à ces zones aujourd’hui exclues des bénéfices de l’urbanité, de devenir ville.
La croissance extraordinaire dont ont souffert les métropoles de notre continent au cours des dernières décennies a profondément changé l’organisation et les pratiques de l'espace. L’expansion des périphéries et la perte de l'attractivité des centres historiques, due à la confluance de nombreux facteurs, ont favorisé un étalement horizontal suivant différents modes en fonction des classes sociales. L’installation des classes privilégiés dans la périphérie obéit au souhait pour la plupart, de s’éloigner au maximum de la frénésie du centre, à la recherche d’un "un cadre de vie agréable" basé sur la possession d’une "maison avec jardin" et de voitures individuelles. À leur tour, les classes modestes s’installent également dans la périphérie mais pour des raisons bien différentes. Les nouveaux arrivants sans ressources en ville, s’installent là où ils peuvent et habituellement sur des terrains libres résiduels de propriété publique (généralement des zones non aedificandi) devenant dépendants des routes et des transports en commun qui les relient au reste de la métropole. Cela constitue un processus desurbanisant dans les deux cas, avec des caractéristiques de connectivité-déconnectivité différentes. Dans le cas des classes aisés, ces caractéristiques sont basées sur la faible densité, la déterritorialisation des réseaux de sociabilité et dans l’usage d’équipements et de services dispersés sur le territoire.
Dans le cas des classes populaires, cela se caractérise par une densité élevée également sur un mode de regroupement horizontal, basé sur la contiguïté de petites unités de logement autour de services de base tels que des écoles, des commerces de proximité et des services sociaux précaires, déterminant une forte territorialisation des réseaux de sociabilité.
Ces différences nettes dans les pratiques de l'espace « urbain », génèrent des codes de communication-décommunication et des perceptions très différentes de la même ville, ainsi que des divergences et des tensions entre ces différentes classes sociales. Ces pratiques sont un symptôme de l'inégalité et de la partition structurelle de la société et de la ville actuelle. Ce qui augmente considérablement la demande de "garanties de sécurité" de toutes classes sociales, avec des caractéristiques et des effets bien diffénciés pour chacune.
Le double processus d'expansion des périphéries et de dédensification du centre ancien causée par l'explosion du capital dans sa phase mondialisée, détermine le passage d'un système de ségrégation inscrit àl’echelle territorial, à un autre basé sur la ségrégation à l’echelle locale, à l’intérieur même de l’espace urbain, générant un sentiment d’insécurité réelle et imaginaire, amplifié par les moyens de "communication ", qui renforce le processus de fracture socio-spatiale. Fracture qui necessiterait d’être combattue simultanément, tant à l’echelle locale (plans de développement socio-spacial basés sur la mobilisation productive des territoires) qu’à l’echelle urbaine (incorporation d’équipements de prestige dans les périphéries).
Nous savons qu'il éxiste des groupes d’influence qui exercent une forte pression sur les municipalités et décident de questions fondamentales allant de la forme de l'occupation des terrains, à l'installation d’équipements et d’infrastructures, jusqu’à la délimitation d’itinéraires et au réajustement de la valeur des trajets de transport collectif.
Ce modèle exclut et marginalise, dans les décisions, une grande majorité de la population. Il doit être modifié pour offrir des points d’attache et de liaison entre ces deux mondes ...
Jorge Mario Jáuregui
Traduit par Galla Vallée
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