La actual diversidad de procesos de urbanización está ligada a la dispersión territorial de personas y prácticas del espacio y a eventos económicos y culturales múltiples. La densa urbanización actual ocurre según dos procesos diferentes. De un lado la verticalización del centro y de áreas alejadas como Barra de Tijuca en Rio de Janeiro o el barrio de Santa Fe en la ciudad de México, con torres de apartamentos o edificios de oficinas, sin estructura urbana y sin veredas para peatones. Estas áreas no constituyen sino apenas terreno densamente urbanizado. Por otro lado proliferan las “alfombras” suburbanas, sea a través de barrios y loteamientos cerrados producto de la especulación inmobiliaria, o de habitaciones populares producidas por el Estado o por la autoconstrucción y que tampoco constituyen ciudad pues les faltan los atributos de la urbanidad (equipamientos, servicios y transporte público de calidad). Al mismo tiempo, un barrio informal como la Rocinha en Rio de Janeiro puede contar con varias de las características de una ciudad y en ese sentido “ser ciudad”. El aumento del sector informal se traduce en la ocupación de tierras públicas o en litigio (espacios residuales, plazas, veredas, calles) por diversos “clandestinos”. Este problema orienta las demandas de intervenciones urbanísticas en las grandes ciudades de América Latina. Diferentes organismos públicos entrecruzan lógicas de acción de las más variadas (normalmente sin coordinación entre ellos) lo que exige la compatibilización de las acciones estrechamente articuladas al proyecto urbano y a las políticas del hábitat. Una tal planificación debe ser capaz de entrelazar las cuestiones de infraestuctura, del medio ambiente y del entorno, a las cuestiones sociales y urbanas.Abogar por un urbanismo para la ciudad informal, que articule lo físco, lo social y lo ecológico con las cuestiones de seguridad ciudadana y las problemáticas del sujeto contemporáneo, debe ser el rol del aquitecto-urbanista con vocación de servicio. Las políticas de integración, en el contexto actual, deben inscribirse en el cuadro de las políticas urbanas, ahí incluido el combate contra la exclusión, y el mejoramiento de la calidad de vida, como componentes fundamentales. Esta aproximación exige considerar la estructura urbana como un todo y el problema de la conexión entre las partes formales e informales como esencial, a fin de atender a los más desprotegidos. En las ciudades latinoamericanas el porcentaje de informalidad es alto, alcanzando el 30% de la población en Rio de Janeiro, 50% en Fortaleza y 60% en Caracas y Lima. En la mayor parte de las otras ciudades del sub-continente este porcentaje varía entre 20 y 40%. El otro componente importante que debe ser llevado en cuenta por las políticas públicas en relación con la cuestión socio-espacial, es lo que se refiere a las políticas habitacionales, entendidas como componentes de las estrategias para generar trabajo y renta. Lo que demanda coordinar innovación, con sistemas constructivos tradicionales, capaces de ocupar mano de obra de forma intensiva. Y las políticas de urbanización y de construcción de habitación social son una de las formas más eficaces para conseguirlo. Así, no se trata solamente de construir un cierto número de unidades habitacionales para resolver el déficit habitacional sino de hacerlo según una concepción de la ciudad y de la resignificación de los lugares, donde lo múltiple y lo diverso permitan el florecimiento del individuo, valorizando la existencia. Cada uno debe poder sentirse parte del barrrio, de la ciudad y de la sociedad, al mismo tiempo que encontrar su propia escala, su espacio de recogimiento, conectándose o desconectándose en la medida de sus medios, necesidades y deseos. Más allá de un punto de vista estrictamente económico, la política urbana debe favorecer el contexto psíquico indispensable a la vida en sociedad, lejos de acciones oportunistas que se limitan a ofrecer un abrigo, apuntando apenas a resolver necesidades dichas “mínimas” o “básicas”. APRENDIENDO DEL URBANISMO DE LO INFORMAL A escala de todos los continentes, la economía y el urbanismo informales están en vías de devenir una de las marcas del nuevo milenio y uno de los desafíos más significativos. Mientras se dispone de medios tecnológicos altamente sofisticados para manipular informaciones e imágenes, no se consigue al mismo tiempo garantizar aprovisionamiento de alimento y agua a una gran parte de la población del planeta. El proceso de “urbanización informal”, en este contexto, ha terminado por constituir el elemento dominante de “fabricación de ciudad” en los países de América Latina, Africa y Asia. Esta forma de urbanismo no es más la excepción, ella devino la norma. Reorientar este proceso en marcha necesita tanto de nuevas formas de aproximación proyectual cuanto de nuevos conceptos, metodologías específicas y nuevas formas de gestión y de articulación público-privado-comunidad. Este tipo de urbanización se caracteriza por una ocupación anárquica del suelo, condiciones de accesibilidad inadecuadas, inexistencia de títulos de propiedad de la parcelas, falta de equipamientos públicos (o ineficientes) e inadecuación de los alojamientos. Al mismo tiempo existe en estos asentamientos un alto sentido de solidaridad entre los habitantes y un elevado grado de participación en la gestión de los asuntos de interés comunitario, donde la vida social presenta alto grado de intensidad. Pero la informalidad no se limita a la autoconstrucción, ella incluye permanentemente la viabilización de diversos espacios para la vida asociativa y la instalación de infraestructuras fragmentarias para los usuarios comunitarios. CINCO PRINCIPIOS DEL URBANISMO INFORMAL De esta manera, la favela es parte integrante de la ciudad y ya es tiempo de elaborar un urbanismo adaptado a esta ciudad, dicha “informal”. Cinco principios merecen nuestra atención: 1-Pensar lo urbano a través de la lógica de la ciudad informal 2-Aceptar la combinación de estrategias 3-Estimular la participación 4-Valorizar los espacios no jerarquizados 5-Configurar el “espacio público” MAPAS DE SOBREVIVENCIA Cuál es el mapa del arquitecto? Cuáles son sus geografías? Cómo un mapa se pliega y se despliega? El arquitecto no debe temer la guerra porque la ciudad burguesa comporta ya un dispositivo de autoaislamiento, barrios y loteamientos cerrados, calles privatizadas, dispositivos militares y simbólicos de segregación, que corroboran la metáfora de la guerra. Una gran parte de esta problemática, hoy explosiva, ha sido instaurada en América latina desde la época de la colonización. Se trata de bio-política (es decir, de la no sumisión a las lógicas dominantes) contra el bio-poder, el poder de las redes, donde las instituciones no aseguran más el control por causa de la amplitud de los problemas. Así, en el drama urbano contemporáneo, el “aquitecourbanista” debe aprender a desdoblarse y redoblarse, a trazar el mapa de riesgo, actuando desde el interior para el exterior; a formular proyectos de estructuración con el DNA de lo urbano que consideren la lógica de la ciudad en su conjunto, articulando intervenciones puntuales, concretas, inmediatas, resolviendo las principales urgencias. Lo que implica captar el menor sobresalto que agita la ciudad, tal cual un síntoma, decisivo para su sobrevivencia.
Jorge Mario Jauregui |