Una recente visita a Barcelona para dictar un Seminario sobre ¨La Vivienda del Siglo XXI", fue la ocasión para una reflexión y verificación práctica in loco, de diferentes formas de abordar la cuestión de la vivienda de interés social, o “protegida” como le dicen allá. Lo que de inicio me llamó la atención es la seriedad y el profundo interés con que se trata este tema en la ciudad. Inmediatamente que caminamos por el Centro Viejo percibimos numerosos ejemplos de intervenciones de substitución de edificios de habitación, que presentan un alto nivel de elaboración, tanto en su inserción urbana como en el tratamiento arquitectónico. Y en el resto de la ciudad son también numerosos los ejemplos de edificios habitacionales de gran calidad, compitiendo en el grado de interés con los propios monumentos. Barcelona es un lujo de la simbiosis entre la urbis y la cívitas, y un plato lleno para los deseosos de inmersión en “lo urbano”. Claro que no escondo mi predilección por la ciudad vieja. Un lugar donde se puede vivir muy bien sin automóvil, solo desplazándose en transporte público, a pie y en bicicleta. Además de la maravillosa experiencia espacial de circular por una variadísima gama de calles estrechas que se conectan laberínticamente a otras mas anchas y a una secuencia de plazas, plazoletas y espacios residuales configurados por “fachadas urbanas” como delimitadores que materializan el espacio público. Exactamente eso que hace a la riqueza de lo urbano, a la singularidad de una ambiencia capaz de suscitar en nosotros el deseo de inmersión, de sumarse a los flujos y secuencias espaciales. Y vuelvo insistir, en todo esto con un gran protagonismo de los edificios residenciales que son tan interesantes cuanto los edificios históricos, los museos, las torres, el Palau de la Música, etc. Y es de aquí que debemos reaprender.
Y hablo de, elaboración tanto urbanística cuanto arquitectónica y paisajístico-ambiental. En el cuidado con las preexistencias, con las visuales de y hacia el entorno, la volumetría, y la variación en la repetición, la cualidad de los materiales y acabados. Existe una reflexión local sobre el tema de lo habitacional, y un debate disciplinario específico. Es solo ir después a la muy bien equipada (y localizada) librería del Colegio de Arquitectos para verificar en las publicaciones nacionales e internacionales, la vigencia y la importancia del tema. Ya en esto hay una considerable diferencia con nuestro medio, y me refiero aquí específicamente a América Latina, pero sobre todo al Brasil, donde la pobreza de realizaciones, y de publicaciones, llega a ser asustadora para un país de dimensiones continentales, donde la cualidad de lo que se hace no entra en debate. Las ciudades brasileras son el reino de los constructores y especuladores, que sin crítica de ninguna especie, “deitan y rolan”, como se dice allí, con las consecuencias nefastas que pueden verificarse a simple vista. Dicho esto, es necesario colocar el foco en lo que interesa discutir cuando se aborda el tema. Y eso sin lugar a dudas tiene que ver con cómo construir ciudad, cómo configurar espacio público desde lo habitacional, y como favorecer la convivencialidad. Como contribuir para la “terapéutica política” como lo denominaba Jacques Derrida, esto es, para la convivencia de las diferencias. Y esto tiene que ver claramente con no promover barrios socialmente homogéneos, de “iguales”, aburridos, de predominancia de un sector socio-económico-cultural exclusivamente. La buena ciudad (ver Una Buena Ciudad) tiene que ver con la mezcla sociocultural y de funciones. Diferentes sectores sociales, diferentes configuraciones espaciales, riqueza de funciones e interacciones, permeabilidad público-privado, balanceada densidad, adecuada cantidad y calidad de equipamientos y servicios públicos, eficiente sistema de transporte público, elaborada relación entre masa construida y masa verde, disponibilidad de parques, plazas, espacios residuales urbanísticamente tratados, facilitación y estímulo para los movimientos peatonales y con un, esto sí, homogéneo nivel de distribución de “equipamientos de prestigio” por toda la superficie del conglomerado urbano. Tarea difícil? obviamente, pero sin esto no se tienen lugares deseables de ser vividos. Lugares donde una vida creativa, con posibilidades de interacción positiva entre las diferencias, pueda tener lugar, puede “echar raíces”. Para esto es necesario proveerse de los conceptos para pensar, y contar con equipos multidisciplinarios y con suficiente experiencia para actuar. Haber acumulado “horas de vuelo” (como un piloto) capaz de orientar con precisión las complejas decisiones que es necesario coordinar y tomar. Ajustando aún más el foco, y en lo específicamente urbanístico-arquitectónico, es necesario combinar dos tipos de cuestiones. Una referida a la conformación de ámbitos de escala variada, y forma abierta, capaces de organizar volúmenes y funciones en una vertebración donde la “potencia lógica ordenadora” de que habla Jacques Lacan, sea capaz de conformar agregados sensibles donde la intención y la materialización, encuentren como enunciador subjetivo, una constatación. La otra cuestión es la referente a la elaboración de unidades habitacionales agrupadas, verticalmente (planta baja más 2, 3 o 4 pisos, sin ascensores) capaces de ser portadoras de un DNA urbano que garantice la convivencia de dos dominios, el público y el privado. Es decir, que estas unidades habitacionales puedan ser ese punto de contacto y al mismo tiempo, las configuradoras de ciudad (junto con el resto de servicios y equipamientos públicos necesarios) en agrupamientos no monótonamente repetitivos, sino, por el contrario, estimuladores de diversidad urbanística y arquitectónica. Además de eso, estas unidades habitacionales para los sectores populares deben de ser capaces de poder evolucionar (expandirse) sin comprometer la calidad urbanística y arquitectónica del dominio público. Por lo tanto, deben ser capaces de garantizar una interface adecuada entre el dominio público y el privado. Menudo desafío, sin duda, pero es de eso exactamente de lo que se trata. De crear nuevos ámbitos de vida cívica, tan ricos como los mejores surgidos por acumulación histórica, adecuados a cada contexto histórico, social, cultural, topográfico, paisajístico, climático y técnico específicos. En el continente latinoamericano tenemos riquísimos y variados ejemplos de organización de sectores urbanos habitacionales, desde Teotihuacan hasta el presente, que necesitan ser rediscutidos, reconceptualizados, confrontados con otras experiencias internacionales y tomados como base para la elaboración de nuevas propuestas y la transmisión de nuevos contenidos. En este sentido, tanto el conjunto Los Andes, de Bereterbide, en Buenos Aires y el conjunto Pedregulho de Affonso Eduardo Reidy en Rio de Janeiro, son dos referencias necesarias. Para responder a la enorme demanda del déficit habitacional en la región (sólo Brasil necesita construir 8.000.000 de unidades, de las cuales Lula se comprometió a construir 1.000.000 en los próximos 4 años) es necesario reunir conceptos para definir lo que se quiere (que tipo de ciudad y de sociedad), recursos materiales y humanos, y una firme decisión política capaz de garantizar una orientación confiable al proceso. Hoy es necesario contribuir al mismo tiempo, a la recalificación de los barrios existentes, y a la generación de nuevas alternativas habitacionales conformadoras de una idea de ciudad que atienda a las demandas y expectativas actuales, y todo ello basado en principios democráticos capaces de posibilitar cohesión social mediante un concepto de desarrollo sostenible, en la línea de lo formulado en la Rio+20 en Rio de Janeiro.
Nuevas demandas Los principios y metodologías que fundamentaron el planeamiento urbano de la modernidad, basados en la tabla rasa y la separación de funciones, como se sabe, están agotados. Hoy existe un consenso en el sentido de que el orden social y la repetición y segregación que marcaran el siglo XX necesitan ser reemplazados por sistemas que articulen diferencias y que sean fácilmente adaptables. Sistemas articulados de funciones múltiples y organizadamente superpuestos, donde lo social y lo espacial estén intrínsecamente amalgamados, incluyendo sistemas de transporte e infraestructura pensados de acuerdo con las nuevas demandas de accesibilidad, movilidad y adaptación constante. Existe una demanda formulada desde distintos sectores de la sociedad relativa a una reorientación de la concepción de “desarrollo”, incluyendo la sostenibilidad de las propuestas y proyectos, destinados a favorecer la vida asociativa y democrática a través de intervenciones basadas en una estrategia conectiva de articulación espacial y social, mediante la creación de espacios de calidad a todas las escalas: objetos independientes, la manzana, el barrio y la ciudad. El análisis cuidadoso de lo existente y la inserción selectiva en el contexto, son parámetros para una actuación mas responsable social y urbanísticamente. Hoy, junto con la calidad de diseño, se incluye la cuestión fundamental del impacto ambiental de las intervenciones y la reconsideración del factor densidad, lo que tiene que ver directamente con espacios públicos vivos y con la reconversión de lugares capaces de favorecer la convivencia democrática, atendiendo al mismo tiempo a las mayores urgencias. Hoy es necesario investigar y materializar formas de organización físico-social y de participación popular, que permitan obtener densidad con calidad, articulando lo macro y lo micro, y lo individual con lo colectivo, ofreciendo ámbitos estimulantes de la vida, proponiendo nuevas formas de relación con el medio, respondiendo a las demandas del momento mediante un abordaje critico de la realidad. Un buen proyecto siempre quiso, y continúa queriendo, cambiar positivamente lo que existe. Hoy se precisa de una arquitectura y de un urbanismo que dialoguen con el entorno pero que a su vez sean capaces de modificar la ciudad, rearticulandola. La ciudad contemporánea tiene su territorio pautado por la lógica del capital derivado de una “economía liquida”, que contribuye a fragmentar permanentemente la estructura urbana multiplicando centralidades. La multipolarización de la mancha urbana caracteriza un crecimiento continuo con una distribución desigual de las inversiones en transporte, servicios, infraestructura y “equipamientos de prestigio”, obedeciendo a las tendencias erráticas de la producción y del consumo del capital globalizado. La catástrofe que afecta a la mayoría de las metrópolis contemporáneas es la carencia de estrategias y políticas urbanas capaces de rearticular el territorio urbano con continuidad y coordinación de iniciativas, donde los programas habitacionales masivos, de calidad y de contenido social, deben cumplir un rol fundamental como "configuradores de ciudad". Hoy es necesario avanzar en la dirección de la vivienda de interés social, lo que exige: a) Analizar sus implicaciones urbanísticas (configuración de la dimensión pública de la vida privada), sociales (el agrupamiento de lo individual que debe ser mas que la suma o adición de las células, debiendo resultar en una amalgama fluída de "pequeños colectivos"), arquitectónicas (obtención de diferenciación en la repetición, con volumetrias variadas) y ambientales (configurar entornos donde naturaleza y artifício puedan convivir de manera armoniosa); b) Considerar las articulaciones entre Planeamiento Estratégico y Diseño Urbano, desde un punto de vista prospectivo; c) Conceptualisar las relaciones entre genética urbana, vivienda evolutiva y ecogenesis. El campo de la vivienda de interes social, es sin lugar a dudas el campo de lo socio-espacial que mas creación e investigación demandará a lo largo del siglo XXI.
Jorge Mario Jáuregui
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