Seguridad
Ciudadana |
Políticas Publicas de Seguridad y Estructuración Urbana
en América Latina |
"É um equívoco supor que a segurança pública seja incompatível com respeito à Lei e aos direitos individuais.
A experiência mundial revela que uma política de segurança pública só pode ser eficiente se concorrer para a legitimidade das instituições, respeitando a cidadania."
Luiz Eduardo Soares
Una
política de seguridad ciudadana deberá buscar combatir el
autoritarismo socialmente implantado, que interioriza métodos impuestos
por la fuerza, frecuentemente tolerados por los grupos en el poder, implantados
en un sistema de relaciones sociales asimétricas. El autoritarismo
conjugado con la violencia al margen de la ley del Estado, el apartheid
social y la concentración de renta que divide privilegiados y desposeídos,
son factores que perpetúan situaciones de profunda desigualdad
por toda América latina y que crean condiciones de inseguridad
para todas las clases sociales.
Las respuestas a los desafíos actuales no pueden ser solo teóricas
sino que se deben situar en el plano de la acción ciudadana y en
la intervención ágil y eficiente de los gobiernos en todas
las instancias.
El constitucionalismo democrático constituye la forma de abrir
nuevas perspectivas para garantizar el control de las elites por las no-elites.
La redescubierta de nuevas formas de vida en comunidad (reuniendo trabajo,
cultura, diversión, servicios, habitación) es una de las
formas eficaces de superar la violencia que impera en la mayoría
de los Centros Urbanos de nuestro continente y combatir el sentimiento
de inseguridad.
En la perspectiva de la seguridad ciudadana es necesario rescatar el sentido
de la República en la actividad del poder local, cultivando y respetando
un espacio público concebido como patrimonio colectivo.
Una política de fortalecimiento de la seguridad ciudadana debe
apuntar a la cualificación del espacio público, articulando
la ciudad formal con la ciudad informal, incorporando los atributos de
la urbanidad y equipamientos de prestigio en las áreas menos favorecidas,
buscando definirles su identidad, considerando que los problemas de inseguridad
y los índices de violencia se relacionan principalmente con la
desigualdad urbana implícita en la pobreza urbana y que no existen
índices para medirla con precisión. Estudios muestran una
superposición considerable entre el mapa socio-económico
y el mapa de riesgo de homicidios en cada ciudad. Los niveles de violencia
tienen que ver con toda probabilidad con una combinación de factores,
entre los cuales la urbanización rápida sin servicios sociales,
la pobreza, la falta de control social y el anonimato, la desigualdad,
la falta de oportunidades para la juventud, etc
Al leer una situación físico-social dada, con vistas a la
reconfiguración tanto de sus articulaciones internas cuanto con
el entorno a partir de una óptica de seguridad ciudadana, es necesario
considerar con el mismo énfasis, tanto sus limitaciones y condicionamientos,
cuanto sus posibilidades (reales y virtuales) en la perspectiva de articulación
con políticas públicas y proyectos de intervención
generados desde una escucha de las demandas. La lectura de la estructura
de cada lugar (intersección entre las características físicas
y las formas de apropiación del espacio establecidas por la gente)
debe constituir el paso previo a cualquier decisión de actuación.
Una política de seguridad ciudadana debe incluir una combinación
de inversiones y acciones sociales, acción policial cualificada
y tecnología.
Las inversiones y acciones sociales implican la elaboración de
programas reuniendo además de la justicia y la policía,
representantes de las diferentes secretarias municipales, de la Universidad
y liderazgos comunitarios.
Acción policial cualificada implica la creación de un grupo
especial de policiamiento para actuar en villas miseria; la creación
de un numero telefónico exclusivo para que el ciudadano pueda pedir
ayuda a la policía; la actuación coordinada de la policía
civil, federal, representantes del Ministerio Público y Poder Judicial,
creando un ambiente multidisciplinario que reúna prevención,
movilización social y represión; implica también
el combate a la corrupción policial y la capacitación policial.
En relación con la tecnología se requiere el desarrollo
de software especiales y la confección de mapas con la localización
de los puntos mas conflictivos; el geo-procesamiento de llamadas; la identificación
de equipamientos sociales tales como guarderías, escuelas, puestos
de salud y locales de esparcimiento.
Programas destinados a los jóvenes de las comunidades carentes
deben priorizar la capacitación para el mercado de trabajo, garantiendo
al mismo tiempo esparcimiento y un ambiente rico culturalmente (articulación
con políticas de desarrollo local, Rede DLIS, etc).
Sería conveniente elaborar acciones sociales coordinadas, con programas
territorialmente definidos eligiendo dos o tres áreas–problema
para poner en acción programas de varias secretarias: Justicia,
Trabajo, Educación, Deportes, Salud, Ciencia y Tecnología,
Medio Ambiente, Urbanismo, Seguridad. Se trata de forma coordinada, de
demostrar en un espacio físico acotado, que es posible tener una
eficiencia y consistencia muy grande, capaces de ejercer un efecto-demostración
en relación al programa como un todo
La elaboración de Contratos Locales de Seguridad (CLS), al estilo
de los realizados en Francia, involucrando tres fases, pueden ser una
referencia útil.
Los CLS incluyen:
- articulación de acciones de agencias que hacen parte del sistema
de justicia criminal y de otros sectores de ámbito federal, provincial
y municipal, incluyendo las áreas de educación, salud, transporte,
juventud, deportes y trabajo;
- realización de un diagnóstico profundo en relación
con la percepción de la inseguridad pública;
- incorporación de la sociedad civil organizada en el proceso de
toma de decisiones (participan de ese proceso la municipalidad, la policía
local, representantes del Ministerio Público, del sector educacional,
del comercio, de la industria, ONGs y juntas de vecinos);
- en la firma del CLS, se define la función de cada agente en el
combate a la inseguridad urbana.
Las acciones acordadas pueden variar desde la elaboración de proyectos
ambiciosos de rearticulación urbanístico-social con vistas
a la solicitación de fondos a organismos nacionales o internacionales,
hasta la formulación de programas para la generación de
trabajo y renta, programas específicos destinados a los jóvenes
(por ejemplo la instalación de un observatorio de derechos humanos
de los jóvenes carentes), mejoras habitacionales y de servicios
públicos e infraestructura y de las condiciones de vida como un
todo.
Consideraciones
en relación con el tema de la Seguridad Ciudadana.
La
formulación de lineamientos capaces de orientar políticas
públicas para la gobernabilidad en el campo de la seguridad ciudadana
en regímenes democráticos, debe estar inscripta en el marco
de una estrategia de reconquista de la ciudad para todos los ciudadanos,
buscando tornar todos los ámbitos de la vida urbana, ambientes
favorables para la convivencia y la inserción social, inclusive
aquellos lugares constituidos sin ningún planeamiento y que mediante
una combinación de políticas y acciones pueden ir adquiriendo
una responsabilidad cívica y urbana.
Esta idea presupone en las actuales circunstancias económico-sociales
de América Latina, la articulación de aspectos físicos
(urbanísticos-infraestructurales-ambientales), aspectos sociales
(económico-culturales-existenciales) y ecológicos (considerando
las tres ecologías de Félix Guattari: ecología mental,
ecología social, ecología ambiental) desde una perspectiva
donde se interceptan cuestiones éticas, estéticas y políticas.
Hoy es necesario hacer la revisión crítica de un sistema
donde la desigualdad y la exclusión son más regla que excepción.
En relación con las políticas públicas sociales,
de seguridad y urbanísticas, es necesario viabilizar potentes núcleos
de civilidad en las entrañas de la sociedad (y de la ciudad) dividida,
partida, fragmentada, actual.
Es necesario concebir y realizar nuevas articulaciones en el interior
del tejido social existente.
Hoy tenemos que revisar nuestras concepciones de “urbanidad”,
“civilidad” y “desarrollo”, junto con nuestros
criterios de valor para juzgar.
El desafío es, en América latina en particular, contribuir
para disminuir las distancias entre integrados y excluidos, entre conectados
y desconectados, entre lo “formal” y lo “informal”,
buscando rearticular las conexiones entre los aspectos físicos,
sociales y de seguridad ciudadana.
Para eso es necesaria una búsqueda urgente de propuestas capaces
de inspirar gobiernos, esclarecer a la opinión pública y
poder orientar a los jóvenes.
De varias maneras se experimenta hoy un reposicionamiento político
de lo ciudadano en el sentido de expresar demandas de “seguridad”
emergentes desde diversos sectores sociales, lo que recoloca el tema de
lo “marginal” manifestando la necesidad de una recomposición
de las centralidades. Nuevas fuerzas emergen (la presión de las
favelas en Río, los descontentos de todo tipo que marchan cada
semana desde la plaza del congreso o de la plaza de mayo en Bs. As., etc.)
reconfigurando los procesos urbanos.
Un proceso tanto de confluencia cuanto de choque aparece como horizonte
socio-cultural y político de la vida cívica contemporánea.
En el plano de lo urbano, La brecha que existe entre las prácticas
espaciales y los espacios representativos obliga a elaborar nuevos modelos
de organización capaces de generar sentido.
Los cambios en los modos de producción han generado en las últimas
décadas nuevas formas de urbanidad y organización material
relacionadas con el pasaje de la economía de escala a la economía
de alcance.
Hoy es evidente la necesidad de buscar articulaciones tanto entre el espacio
de flujos y la formación de centralidades, cuanto entre los sectores
formales e informales de la sociedad como forma de estructurar las nuevas
topografías urbanas emergentes y los nuevos comportamientos sociales.
Lo que coloca claramente el problema de la búsqueda de la conectividad
de la estructura urbana como un todo, del “milieu” conductor
urbano como cuestión central.
Eficientizar el funcionamiento de la estructura urbana sin perder masa
crítica y potencializarla como una base para la evolución
social reconociendo su esencia discontinua pero conectiva, es el desafío
actual.
Esta problemática exige la búsqueda de nuevos paradigmas.
Hoy los lazos sociales son más frágiles, menos estables,
pero mucho más numerosos y variados. Verificamos la necesidad de
renovación de las modalidades de funcionamiento de la democracia
en general y de la democracia local en particular.
En una sociedad de muchas dimensiones (del barrio al MERCOSUR por ejemplo,
pasando por el país, la región, la aglomeración,
lo departamental, etc.) es necesario contar con dispositivos de naturaleza
estatal fundados fuertemente sobre el principio de la subsidiariedad,
capaces de permitir consultas a la población y a los actores mas
continuas y de diversas formas.
La “democracia electrónica” es una de las nuevas posibilidades,
a pesar del poco tiempo para la reflexión que implica.
Hoy se verifica también una crisis de legitimidad pública
y junto con eso una diversificación e inestabilidad de los intereses
colectivos, lo cual demanda renovar las formas de construcción
de las decisiones públicas.
La política (y las políticas públicas en particular)
debe llevar en cuenta que la acción pública se construye
hoy al nivel local en todos los casos por la dinámica de proyectos,
más por consensos parciales que por grandes acuerdos globales.
Por eso la legitimidad de una decisión pública, y su eficacia,
son tanto mayores en la medida en que ha sido elaborada a través
de un proceso que reúne a los protagonistas alrededor de objetivos
comunes.
Reivindicaciones categoriales, de minorías y aún el individualismo,
no deben ser considerados como egoísmos sino como expresiones de
nuevas estructuras sociales que exigen redefinir nociones de solidaridad
y responsabilidad.
Hoy hablamos de la “sociedad de los riesgos”, al mismo tiempo
que de “la ciudad de los riesgos”.
El riesgo invade hoy todas las prácticas sociales y da nacimiento
a una “sociedad del riesgo”; tanto los individuos como los
actores económicos y sociales hacen del riesgo una cuestión
clave y permanente de su vida y sus acciones.
La paradoja de la modernización es que el desarrollo de conocimientos
y técnicas, y la circulación acelerada y extendida de informaciones,
aumentan los riesgos (todos los riesgos: individuales, económicos,
políticos, etc.)
Por otro lado, hoy existe tanto una crisis de paradigmas cuanto al mismo
tiempo una búsqueda de nuevos paradigmas.
Nuevos paradigmas que tienen que ver con complejidad, pluralidad, praxis
y transdisciplinaridad, este último un concepto en busca de sistematización.
Hoy asistimos a un des-dibujamiento de fronteras, lo que provoca por una
lado caos, incoherencia, fusión e hibridación entre métodos
y teorías y por otro lado una abertura de fronteras y la necesidad
de consideración de contextos en constante mutación. Esto
provoca una valorización de la descentralización y de la
relatividad en relación con el abordaje de problemas complejos,
problemas compuestos de múltiples variables.
Para actuar en contextos complejos es necesario reunir conjuntos de informaciones
para poder trazar el cuadro de una problemática, operando mediante
una:
- Organización por problemas,
- Organización por enfoque y
- Organización por estructuras jerarquizadas, donde todos los niveles
forman parte de un sistema mayor.
Hoy es necesario utilizar:
- Abertura para la red compartiendo experiencias,
- Una ética transparente, revelando como se realiza y
- La construcción de lazos con la sociedad.
La cuestión del “dato” (de la “matriz de datos”)
y la perspectiva del paradigma de los “sistemas complejos adaptativos”,
tiene que ver con la cuestión de la seguridad en la sociedad contemporánea.
El dato está relacionado con la cuestión del “indicador”,
de una fuente, que conlleva el problema de la validez y de la “confiabilidad”.
En el campo de la seguridad ciudadana es necesario abrir nuevos caminos
para escuchar, proponer y escoger entre más y mejores opciones.
Es necesario combinar disciplina de trabajo con creatividad y libertad
de pensamiento, manteniendo la atención despierta.
La contribución para la creación de condiciones de habitabilidad
con seguridad, en el marco de las ciudades de América latina, tiene
que ver con:
- La funcionalidad entendida como accesibilidad a los beneficios de la
urbanidad,
- La gobernabilidad como política extensible para todos a través
del diálogo y la negociación,
- La subsidiariedad de acciones en las varias instancias del poder público
y de la sociedad civil,
- La construcción de la convivialidad y del espacio público,
- La seguridad ciudadana entendida como la creación de condiciones
para la convivencia de las diferencias.
Una posición políticamente amplia, por ser legalista y comprometida
con la eficiencia pragmática, implica que:
- el objetivo de una política pública de seguridad ciudadana,
correcta y competente, debe ser el de contribuir al proceso civilizatorio.
La gran división hoy no es la que separa partidos e ideologías,
sino la que se coloca entre civilización o barbarie. Por eso, de
lo que se trata es de promover una gran coalición civilizatoria
en la cual el papel de una política de seguridad es la de hacer
respetar la ley, respetándola;
- deberá buscarse la implementación de políticas
públicas consistentes partiendo de un abordaje multidisciplinario
de los factores intervinientes, de la actualización tecnológica
y gerencial, de la moralización de las instituciones y promoviendo
la participación de la comunidad. Lo que implica la articulación
de los niveles federal, provincial y municipal y la convocatoria a todos
los sectores sociales, incluyendo instituciones formales e informales,
tales como ONG´s, juntas de vecinos, la Universidad, asociaciones
profesionales que actúan en el área de los derechos civiles,
etc.;
- una política pública en el área de seguridad ciudadana
deberá obedecer el principio de compatibilidad entre respeto a
los derechos humanos y eficiencia de las fuerzas de seguridad, pues no
hay contradicción entre estos términos;
- es necesario garantizar las condiciones de seguridad de todos los ciudadanos
con políticas públicas consistentes, independientemente
de cuales sean las causas de la inseguridad. Es preciso por otra parte
enfrentar las causas, pero sabiendo, que eso lleva tiempo, que depende
de la combinación de una gran cantidad de factores y que no se
puede permanecer de brazos cruzados esperando que las condiciones generales
se modifiquen. Siempre es mucho lo que se puede hacer en el área
específica de seguridad ciudadana, aún en situaciones adversas
y eso tiene un gran impacto en la modificación de las condiciones
objetivas y subjetivas de la población.
- es evidente la necesidad de una política general del país
capaz de mejorar la distribución de la renta, crear-empleo, implantar
políticas educativas de calidad accesibles a todos los jóvenes
de cualquier clase social, capaces de generar expectativas de inclusión
y no de exclusión social. En este marco, las cuestiones de seguridad
ciudadana adquieren una relevancia particular.
Violencia
como Fenómeno Social
Está
claro que el encaminamiento para actitudes violentas tiene que ver con
situaciones de exclusión, marginalidad, desempleo, pobreza y todo
su contexto, lo que provoca un sentido de indignidad.
El carácter violento de un acto está relacionado con la
enajenación de la cualidad de sujeto a un semejante, convirtiéndolo
en una cosa.
Otra forma de “des-subjetivizar” consiste en lo que se desliza
a través de las imágenes invasivas de los “medios”,
que establecen una forma de sujeción amarrada al objeto de consumo.
La cuestión que se coloca desde el punto de vista de la seguridad
ciudadana, es cómo afirmar una subjetividad en contextos de exclusión
física y social.
El caso de las favelas de Río muestra claramente ( favorecido por
la topografía sinuosa de sus “morros”) cómo
un proceso de urbanización inconsistente, que se ocupó durante
décadas solamente de la parte “formal” de la ciudad,
puede provocar una dinámica físico-social de exclusión
tolerada, consentida, cuyo resultado es una ciudad dividida entre asfalto
(ciudad formal) y morro (ciudad informal), cada una con sus propias lógicas,
sus códigos, sus leyes, que produce inseguridad en el conjunto
de los ciudadanos.
Es en un territorio socialmente construido que se produce la subjetividad
y las áreas estigmatizadas, condenadas, rechazadas del resto de
la ciudad, producen subjetivaciones de no-ciudadanía, donde la
afirmación de la identidad se torna extremamente dificultada.
En los casos donde estas características se mezclan con la actuación
de grupos de poder delictivo relacionados con el tráfico de drogas
y el ejercicio de violencia armada, junto con el ejercicio de la violencia
policial, se crean las condiciones de confinamiento progresivo para la
vida del resto de la comunidad, lo que impide el ejercicio de la solidaridad
y de una extremamente rica y fuerte participación en los asuntos
de la vida comunitaria, que generalmente son la marca de los barrios populares.
Bajo ciertas circunstancias la opción por la violencia se constituye
como uno de los únicos modos de validación social, de obtención
de reconocimiento y de alternativa “profesional” para muchos
adolescentes y jóvenes.
Como se sabe, la violencia tiene en lo social una de sus determinantes
aunque no es su única causa, pues, como todo fenómeno, se
encuentra atravesado de determinantes intra-psíquicos y vinculares.
Actualmente, la degradación del trabajo como derecho social que
hace con que el individuo no se sienta “digno”, repercute
negativamente en la constitución de la subjetividad.
El trabajo constituye uno de los modos de sublimación de las pulsiones
y una forma de inserción del individuo en la sociedad, confiriéndole
identidad, construyendo lazo social y proveyéndole placer individual.
Por otro lado, la progresiva pérdida de sentido protector y de
sostén de la familia, convertida cada vez mas en lugar de intercambios
provisorios y amenazados y no en lugar de estabilidad relacional, junto
con la pérdida del apoyo externo comunitario, sumado a la debilidad
o inexistencia de un código social que sostenga a quienes están
mas fragilizados, provocan efectos traumáticos que no encuentran
tiempo ni espacio para su procesamiento. Cuando el estado traumático
perdura, la objetivación de la violencia no seria sino una reproducción
del modo de relación o de organización de la cotidianeidad
a la que conduce un proyecto social en el que lo humano no ocupa un papel
central.
En este sentido, la “escucha de las demandas” y su traducción
en proyectos que impliquen una transformación positiva de las condiciones
existentes, abordando simultáneamente los aspectos físicos,
sociales y las problemáticas del sujeto, son la vía mas
adecuada para construir la seguridad ciudadana.
Como se sabe, una de las mejores y mas eficaces formas de enfrentar transformaciones
es la de elaborar políticas públicas con un carácter
multidisciplinario, redefiniendo y creando estrategias y abordajes trabajando
de manera interinstitucional, basadas en las construcción de lazo
social mediante la participación de la comunidad.
El trabajo de prevención debe apuntar a una producción basada
en la escucha, donde la aceptación, reconocimiento y respeto de
las diferencias y singularidades, trabaje para la mitigación de
los conflictos.
Freud mostró que las relaciones entre los miembros de una comunidad
trascienden la lógica utilitarista y comportan siempre identificaciones
y complicidades con ciertos modos colectivos de satisfacer exigencias
pulsionales, la unión contra un “enemigo” común,
etc.
La emergencia de la violencia como fenómeno social en la actualidad
presenta varios ángulos desde los cuales debe ser considerada.
Entre los factores principales están:
a_
Factores de orden general
- Aumento del desempleo,
- Cuadro negativo de concentración y distribución de la
renta,
- Exclusión del mercado de consumo,
- Precarización e informalización de las relaciones laborales,
- Expansión de la violencia interpersonal no relacionada al circuito
de actividades ilícitas,
- Expansión de las actividades delictivas “latu sensu”
(tráfico de drogas, robos, secuestros, etc.),
- Empeoramiento de los indicadores sociales y económicos,
- Mayores dificultades (materiales y emocionales) de los jefes de familia
para mantener sus hijos,
b_
Factores específicos
- Expansión de la violencia interpersonal relacionada con actividades
ilícitas,
- Crecimiento de los hijos bajo el signo de la exclusión, la desvalorización,
la negligencia, el hambre y la violencia, caracterizando cuadros de situaciones
sin-futturo, sin-proyecto, sin-valor, sin-lugar, convirtiendo a amplios
sectores de la población en “sospechosos de siempre”,
culpados por anticipado hasta prueba en contrario, a los ojos de la policía
y de los bien-nacidos.
- Discriminación por color de la piel, dirección de habitación,
precariedad de vestimenta, de uso de la lengua, de la calificación
escolar, etc.
- Bombardeo de apelos publicitarios que le inculcan a los jóvenes,
“ad nauseum”, una ideología que exalta la fruición
y el consumo, situados como matrices supremas de referenciales identificatorios.
En
estas circunstancias, la tentación simbólica y material
de los circuitos delincuentes crece a cada día para los jóvenes
marginalizados de la sociedad y en este cuadro, en gran parte la predisposición
al delito resultaría de una tendencia a responder y neutralizar
los efectos de una violencia ya sufrida, desmintiendo el sentimiento de
no tener lugar ni valor, buscando obtener reconocimiento social, aunque
sea por medio de la intimidación.
Por este conjunto de motivos podemos indicar que las crecientes tasas
de delincuencia envolviendo marginalizados urbanos tienen como fondo la
acción combinada de los siguientes factores:
- empeoramiento de los indicadores sociales como un todo (especialmente
por la reducción de los índices de empleo);
- influencia cada vez mas intensa y masiva de la ideología de consumo
y diversión como definidores de valor, identidad y existencia social,
sobre todo para los jóvenes;
- falta de proyectos capaces de articular interés público
y creación de condiciones para la participación y el progreso
individual, galvanizando el imaginario colectivo y favoreciendo un proceso
de comprometimiento en las decisiones y objetivos;
- falta de articulación entre las diferentes instancias del poder
público y entre estas y la sociedad civil organizada, capaz de
coordinar distintos programas, iniciativas y acciones.
Jorge
Mario Jáuregui
Consultor
de URBAL 14
Valparaiso, Chile
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