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Guarderia en Rio das Pedras

Desde el inicio de mis actividades profesionales vengo defendiendo (y procurando ser coherente con eso) una articulación entre práctica proyectual y práctica teórica, entendidas ambas como partes necesarias e interligadas del trabajo de produción, reflexión y participación en el debate sobre la arquitectura y el urbanismo contemporáneos, buscando interpretar el "espíritu del tiempo" con sentido de lugar.

Es por esta razón que cada proyecto debe estar referido a una propuesta teórica global, constituyéndose en un aspecto esencial del método de trabajo que no se puede realizar sino através de la investigación sobre cada lugar específico de actuación, como forma de superar el enfoque funcionalista que reduce la complejidad y la multidimensionalidad de la arquitectura y del urbanismo, a la unidimensionalidad de la función.

En cada proyecto, en cada intervención, sea de caracter urbanístico o arquitectónico, la estructura conceptual es siempre diferente dependiendo de las características del lugar, del programa, de la relación con el cliente y de las condicionantes circunstanciales.

Forma, en este contexto, se refiere no solo al lenguaje arquitectónico (vocabulario formal) sinó simultáneamente a la estructura de la planta, al carácter de la sección, a la concepción del conjunto y a la cualificación del espacio. Es por eso que la indagación sobre la estética contemporanea ocupa un lugar central en mis investigaciones, en la medida en que es entendida aqui como lo que permite unificar los fragmentos. Estética, en este sentido, es lo que ata, o que hace lazo.

Lugar, presupone empírica, histórica y conceptualmente, un punto de partida específico para cada proyecto, siendo necesario prestar mucha atención al pensamiento que surge inmediatamente despues de conocer el local.

Arquitectura es una forma de arte que exige el entrelazamiento de lo visual, lo conceptual, lo sensorial, lo acidental y lo social, buscando establecer pequeñas parcelas de orden en un contexto infinitamente desordenado.

Simplicidad y complejidad son dos formas de entender los desafíos, cultivando la duda, buscando no privilegiar ningún punto de vista en detrimento de otro, desconfiando de todos los límites (los del sitio, los determinados por el cliente, pero también los impuestos por el propio pensamiento) pues sabemos que la alquimia del proyecto depende de lo que nutre al que lo concibe, de su grado de abertura al mundo.

Fidelidad indefectible al trabajo en las áreas informales como una suerte de fundación intelectual en la cual los profesionales de la arquitectura y del urbanismo tenemos la responsabilidad insustituíble de trabajar para la transformación positiva de las condiciones de vida de una gran parte de la población.

Proyectar implica, desde esta perspectiva, combinar argumentos pragmáticos con percepciones subjetivas. Asi, al estudiar un tema no surge necesariamente una idea única sino un conjunto de ideas que van a formar la espina dorsal de un proyecto y el significado del trabajo surge cuando se encuentra la manera de interconectar todas las variables que intervienen, interpretando formal y espacialmente las fuerzas que actuan en el lugar.

Enfrento cada desafio proyectual como si de un experimento se tratase y no como una forma de mantener apenas una estructura productiva. La cuestión es, siempre, encontrar el potencial fenoménico de la idea.

Jorge Mario Jáuregui